del prudente saber y el máximo posible de sabor | Año xix Nº 10, enero-diciembre 2018 | ISSN 1515-3576| ISSN versión en línea 2618-4141



Las diferencias ideológicas sobre la posición dominante del inglés en el ámbito de la globalización en el siglo xxi


María Angelina Cazorla | UNNE

angelinacazorla@hotmail.com


Resumen

La posición dominante del inglés estándar como lengua mundial es un claro signo de la globalización, tanto lingüística como cultural, pedagógica, comunicativa y económica, iniciada por el neoliberalismo predominante a fines de siglo xx. El trabajo se plantea como un estudio descriptivo-explicativo que intenta rastrear las creencias e ideologías lingüístico-culturales subyacentes en las estrategias discursivas de cinco lingüistas procedentes de diferentes contextos etnolingüísticos, quienes se expresan acerca del imperialismo lingüístico de la lengua inglesa y sus repercusiones desde tres posturas diferentes. Se demostrará que las fronteras de estas posiciones, antagónicas y aparentemente irreconciliables, son móviles, flexibles, dinámicas y contextuales. Si bien, por un lado, se reconoce el papel privilegiado y hegemónico de la lengua occidental más hablada en el mundo y se acepta la idea de que el inglés, como lengua franca, es una buena solución (aunque no la única) a los problemas de comunicación por cuestiones pragmáticas. Por el otro, la linguodiversidad en la que está inmersa nuestra área de trabajo, el Nordeste Argentino, nos impone la necesidad de conocer, mantener y usar otras lenguas, aparte de la anglosajona.

Palabras clave: globalización, imperialismo lingüístico, lengua franca



Ideological differences on the dominant position of English language in the field of linguistic globalization of the 21-st century


Abstract

The dominant position of Standard English as a world language is a clear sign of linguistic, cultural, educational, communicative and economic globalization initiated by neoliberalism in the late 20thcentury. This paper is a descriptive and explanatory study that attempts to trace the beliefs and linguistic-cultural ideologies which underlie the discursive strategies of five linguists from different ethno-linguistic contexts, who express themselves about the linguistic imperialism and its impact, adhering to three different points of view. We will see that the boundaries of these antagonistic and apparently irreconcilable positions are mobile, flexible, dynamic and contextual. It is widely recognized the privileged and dominant role of western most spoken language in the world and it is accepted the idea that English, as a lingua franca, is a good solution (but not the only one) of communication for pragmatic issues. However, the lingual diversity in which is inserted our working area, on the NE of Argentina, forces us to know, maintain and use other languages than English.

Keywords: globalization, linguistic imperialism, lingua franca




1. Introducción

La aparición de bibliografía acerca del inglés como lengua franca, lengua global y tanta otra diversidad terminológica afín –mundial, universal, internacional, estándar euro-inglés–, nos hace pensar que, sin lugar a dudas, la lengua inglesa es, al menos, una de las más necesitadas, aprendidas, enseñadas, habladas, usadas y la que más pasiones, a favor y en contra, despierta. Tras la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, con la desintegración de la Unión Soviética, a nivel global se abrieron las puertas a organizaciones mundiales de carácter político y económico, en las cuales es cada vez más necesaria la comunicación entre distintos pueblos y culturas. Desde entonces, el inglés como lengua de uso internacional es ampliamente tratado en la literatura desde diferentes perspectivas y múltiples puntos de vista. Muchos autores tienden a destacar lo positivo, otros tantos lo negativo y otros pocos lo neutral de esta situación global. Todos tratan de justificar los motivos del presente estatus, predecir el futuro lingüístico o indicar las consecuencias de la situación hegemónica actual. Estos aspectos coinciden con las repercusiones de las creencias, visiones, idealizaciones e ideologías lingüístico-culturales subyacentes en las representaciones sociales de ciertos grupos dominantes.


2. Método

En primer lugar, instalamos nuestra indagación en el marco teórico conceptual de las formaciones discursivasi y las ideologías lingüístico-culturalesii. Nos encontramos así frente a textos constituidos en un determinado corpus surgido del problema que nos hemos planteado: las diferencias ideológicas sobre la posición dominante u oficial del inglés en el ámbito de la globalización lingüística del presente milenio. La simple lectura permitió seguir ciertas rutinas exploratorias y reconocer diferencias en las estrategias discursivas implementadas en estas tres posturas netamente diferentes. Esto nos llevó a tomar decisiones metodológicas en cuanto al modo de abordar la práctica interpretativa. En este caso, optamos por el análisis contrastivo del discurso que propone Elvira Narvaja de Arnoux como instrumento que permite reconocer, delimitar y enfrentar formaciones y prácticas discursivas y posicionamientos ideológicos con la articulación de saberes provenientes de las ciencias del lenguaje. Al contrastar textos donde se analiza la dimensión interpersonal de los lingüistas y los modos de organización y estructuración de discurso, se extraerán y analizarán proposiciones recurrentes que se puedan comparar entre sí. En los procedimientos exploratorios deberemos reconocer, entonces, marcas discursivas cuya recurrencia implique ciertas preferencias ideológicas, rasgos verbales asociados a una práctica social e indicios reveladores que orienten la búsqueda de constantes y regularidades para construir una mejor interpretación. Lo que está en juego en este análisis contrastivo del discurso es construir procedimientos que expongan la mirada lectora a datos imprescindibles construidos por el discurso e inferencias indiciales estratégicas de los sujetos. En los análisis se articularán lo discursivo y lo ideológico, presentando esas marcas como indicios de operaciones y representaciones de sujetos ideológicamente “situados”. Abordaremos, entonces, cada texto atendiendo a la figura del enunciador, a la ideología lingüística y formaciones discursivas con él asociadas, y a aspectos estilísticos y composicionales que nos parezcan relevantes en la medida en que podamos vincularlos con los posicionamientos respectivos. En todo momento, buscaremos articular modos de enunciación y lugares sociales, culturales e ideológicos.


3. Resultados

3.1. David Crystal

El capítulo 1 de su libro English as a global language comienza con una pregunta: Why a global language?, seguida de una afirmación: English is the global language. Este reconocimiento público del estatus global/mundial genuino del inglés, según Crystal, proviene de la década del noventa –desde 1950, para ser más exactos– y es actualmente una realidad política y cultural. En los párrafos que siguen al apartado: What is a global language? del capítulo 1, el lingüista nos ofrece su definición en los siguientes términos:


To achieve such a status, a language has to be taken up by other countries around the world. They must decide to give it a special place within their communities, even though they may have few (or no) mother-tongue speakers. There are two main ways in which this can be done. Firstly, a language can be made the official language of a country, to be used as a medium of communication in such domains as government, the law courts, the media, and the educational system. (…) Secondly, a language can be made a priority in a country’s foreign-language teaching, even though this language has no official status” (Crystal, 1997:2-3).


David Crystal usa indistintamente las frases “global English” y “world English/language” para referirse a la lengua inglesa. Sin embargo, interpreta singularmente la frase inglés global/mundial, ya que espera que los estándares uniformes de la lengua inglesa sean universales y comunes para todos los hablantes –nativos y no nativos– y para todas las variedades de esta lengua, muchas de las cuales no son mutuamente inteligibles. Crystal tiene un sueño utópico: lograr que toda la población mundial se entienda a través de una lengua franca común que supere la diversidad y pluralidad y que garantice la paz, la unión, la cooperación mutua y el entendimiento universal. Si esto prosperara, sería como lograr la uniformidad lingüística prebabélica en la historia de la expansión de lenguas “(…) the choice of a lingua franca has to be made, and English is the first choice of most” (Crystal, 1997:87).

Si bien, para Crystal, es legítimo que se considere a esta lengua como global (por su vertiginosa expansión geográfica y demográfica y porque sirve como lengua franca internacional en varios dominios), advertimos que nunca podrá ser uniforme porque continuará adquiriendo y adaptándose a las características locales y regionales, como lo ha hecho hasta ahora con el surgimiento de New/Other Englishes.

Todos los mapas políticos, gráficos, tablas, cifras y datos que ilustran sus comentarios hipervaloran el inglés, aceptando la posición de este como principal candidato a ser la lengua común de comunicación mundial, la lengua para lograr la inteligibilidad y la intercomprensión universal. Crystal destaca que el entendimiento, la paz, la unión y la cooperación mutua que puede darse entre miles de lenguas deben estar orientados a una sola lengua común, global, mundial, planetaria o universal. Este autor galés tiene la fortuna de hablar, como lengua materna (L1), la lengua que según él es la más apropiada para cumplir ese rol. Así, intentará transmitir, con este libro elaborado a pedido del presidente y director de la organización US English, el beneficio a otros que están en injusta desventaja lingüística. El autor reconoce la superioridad del inglés al ser la lengua más ampliamente enseñada, estudiada, hablada y usada. El inglés es “a language ‘on which the sun never sets” (Crystal, 1997:10). Según Crystal, ninguna otra lengua en la historia lingüística ha alcanzado un perfil tan amplio, “if we exclude Latin, which was in a sense ‘global’ when the world was much smaller” (Crystal, 1997:190).

Los factores geohistóricos, políticos, militares, financieros, el legado sociocultural (expuestos en los capítulos 2, 3 y 4 de su libro) y el hecho de que “English was apparently in the right place at the right time” (Crystal, 1997:10), son las razones suficientes que sustentan los argumentos de Crystal para aseverar “that this global language will be English” (Crystal, 1997:28). Sin embargo, su tesis final es que la supervivencia y popularidad de la lengua inglesa son el resultado de la posición que han ocupado el Reino Unidoiii y los Estados Unidos de América en el plano político, militar y expansionista desde el colonialismo (siglos XVII y XVIII) y la revolución industrial (siglos XVIII y XIX) hasta la actualidad.

Además, entendemos que el Reino Unido y los Estados Unidos se han caracterizado por reivindicar, promover y enorgullecerse de su herencia histórico-cultural y convertirla exportación de la lengua inglesa en una industria privada y uno de los mercados más lucrativos.

El hecho de que David Crystal forme parte de academias, asociaciones, organizaciones y fundaciones que representen los intereses culturales y educativos del Reino Unido impregna su trabajo de matices políticos, ideológicos y juicios de valor (a pesar de haber postulado lo contrario en la página 10 del prefacio). Aquí se percibe una contradicción entre las ideologías declaradas y las prácticas discursivas. Desde una perspectiva geohistórica y sociocultural, Crystal se ve en la necesitad de legitimar determinadas visiones del mundo lingüístico debido a las presiones institucionales y las configuraciones macropolíticas de la cultura y la sociedad a la que pertenece, pues es miembro de la Academia Británica y de la junta directiva del British Council.

Para el lingüista galés David Crystal, el inglés es y será la auténtica lengua franca y la genuina lengua global/mundial de nuestro siglo, capaz de servir a los propósitos contemporáneos. Su discurso ubica al inglés en una clase única y jerárquicamente superior con respecto a otras lenguas mayoritarias. De esta manera refuerza su ideología anglocentrista dominante; que presupone que el inglés es la lengua de las oportunidades, la internacionalmente más exitosa, la más idónea para casi todos los fines significativos y, porque para él, que los valores angloamericanos son universales.

En este sentido, siguiendo la línea de su pensamiento, no estaríamos hablando de la lengua inglesa nacional tradicional; sino de una lengua con un nuevo estatus internacional: el inglés global. Podría decirse, entonces, que estamos ante un cambio de paradigma en el cual el inglés como lengua franca global opacará la lengua de William Shakespeare y de Samuel Johnson. Es como si hubiera un cuarto período o fase en la historia de la lengua inglesa: Old English, Middle English, Modern English y Global English. Este nuevo fenómeno yace en el corazón de la globalización por la compleja y contradictoria relación que mantienen la lengua y la globalización: la globalización se acelera por el uso del inglés y el inglés acelera la globalización.


3.2. David Graddol

Su texto The Future of English? es una continuación de la misma tendencia anglocentrista que propone David Crystal, aunque más moderada y completa. Al igual que Crystal, el británico David Graddol utiliza como sinónimos las frases “world language”, “world English”, “global language”, “global English language”, “global English”, “global tongue” para referirse al “genuine world status”, “world position of English”, “global use of English”, “global influence of English”, “global spread of English”, “global English-speaking market”, “global importance”, “global presence”, “global wave of English” y “global future of English”. Desde esta perspectiva entiende que el inglés global/mundial es la lengua occidental más hablada, usada, enseñada y aprendida internacionalmente. Tanto David Graddol como David Crystal –ambos ingleses de nacimiento y miembros del British Council– aseguran que el inglés es la segunda lengua más hablada del mundo (después del chino mandarín) y la más relevante por su uso y estatus actual.

A diferencia de Crystal, Graddol utiliza frecuentemente en su informe los términos “global lingua franca”,“international lingua franca”, “preferred lingua franca”, “dominant lingua franca” al referirse a la lengua global adoptada como segunda (L2) para facilitar los lazos y el entendimiento común entre personas, especialmente europeos y asiáticos, que no comparten la misma lengua materna.

Para David Graddol la aceptación del inglés como lengua franca global, internacional, preferida y dominante para lograr la mutua inteligibilidad y la comunicación internacional se debe a que ha colonizado los espacios y dominios que otras lenguas nacionales han (¿voluntariamente?) desocupado o abandonado.

Sin embargo, la lengua inglesa no puede ser acusada de “killer language”, porque la desaparición, extinción y muerte de lenguas y culturas es un largo y complejo proceso que se viene dando mucho antes de que el inglés alcance su jerarquía actual:


English is rarely the main or direct cause of this language loss, but its global high profile and its close association with social and economic changes in developing countries are likely to make it a target for those campaigning against the destruction of cultural diversity which language extinction implies. It would not be surprising if anti-English movements worldwide begin to associate language loss with the rise of global English”. (Graddol, 1997:39)


Si bien el inglés es la lengua que los europeos usan para comunicarse entre ellos y con otros países no europeos, debe considerarse al inglés como una lengua extranjera (LE) y no como una L2 “an elite second language, frequenly required for further education and government Jobs” (Graddol, 1997:10).

Al igual que su compatriota, el autor reconoce que el inglés es la lengua primaria mundial por su legado histórico (expansión colonial de Gran Bretaña y dominio económico de EE.UU.), por el poder político, industrial y financiero de los países angloparlantes, y por su popularidad global y prestigio internacional. Sin embargo, resalta que las nuevas tendencias globales en el uso del inglés en el mundo se deben a dos grandes factores: el demográfico y el económico. Por un lado, el factor demográfico incluye las nuevas necesidades de los habitantes de la casi totalidad del planeta –personales, laborales, académicas y educativas–, la urbanización, el crecimiento mundial de la población, las migraciones internas –refugiados, estudiantes internacionales, turistas, trabajos temporales, etc. Por otro lado, el factor económico incluye el surgimiento de nuevos centros financieros y potencias económicas mundiales. La economía occidental que dominaba desde la Revolución Industrial está llegando a fin de su preponderancia, cediendo el paso a nuevas potencias económicas que crecen rápidamente, como China, India y Brasil, y que desafían la hegemonía política y económica de EE.UU. Ambos factores tienen un profundo y significativo impacto sociolingüístico, afectando al sistema educativo: la lengua extranjera inglés pasa de ser una materia obligatoria enseñada en la escuela a una habilidad básica y necesaria del sistema (tal como ha sucedido con las destrezas básicas de computación). De esta manera, entendemos que para David Graddol aprender una lengua responde a una demanda personal o a una urgente necesidad económica; y no a promocionar los intereses y valores culturales, políticos, sociales, económicos e incluso religiosos de la cultura anglosajona. Según esta tendencia, la enseñanza de esta lengua se volverá cada vez más “instrumental” y se centrará en las destrezas lingüísticas que se necesitan para sobrevivir en la aldea global, y que reflejan la forma en que el idioma inglés se ha convertido en una herramienta esencial para alcanzar y mantener “an educated middle class” (Graddol, 1997:15).

Decimos que su postura es más moderada que la de David Crystal porque admite que el inglés es la principal, aunque no la única, gran lengua franca; ya que se necesitan hablar otras lenguas nacionales, regionales o locales para acceder a mercados globales. El siglo XXI se presenta con grandes cambios y transiciones y estamos, según Graddol, ante un nuevo orden lingüístico, en el cual hablar sólo inglés no alcanza. Seguramente, en un futuro cercano, crecerá la influencia del chino mandarín, el español, el árabe, el hindi-urdu, el ruso y el malayo. Así, la tendencia al bilingüismo se está superando y se avanza hacia el multilingüismo. Por ello rechaza el rótulo que se le adjudica a la lengua inglesa como hegemónica y monopólica, para hablar del inglés en una situación oligopólica, que no conduce a la uniformidad y la homogeneización, sino que favorece a la pluralidad.

Sin embargo, en un mundo multilingüe, donde la mayoría de los angloparlantes no son nativos, debemos entender que la lengua inglesa comparta la posición oligopólica con otras lenguas mayoritarias (el chino mandarín, el francés, el español, el hindi-urdu, etc.) y que, a su vez, sea jerárquicamente superior con respecto a otras lenguas nacionales, regionales y locales. Según la postura de David Graddol:


Languages in multilingual areas are often hierarchically ordered in status. (…) Above this in the hierarchy will be languages used in official administration, secondary education and so on to the highest level, in which will be found the languages of wider and international communication. (Graddol, 1997:12)

It is possible to conceptualize a world hierarchy (…), in which English and French are at the apex, with the position of French declining and English becoming more and more clearly the global lingua franca (…) English is also steady ‘colonizing’ lower layers in this hierarchy (…)”. (Graddol, 1997:13)


El inglés global como lengua franca es considerada como la culturalmente más apropiada para situaciones multilingües. Para David Graddol esta jerarquía lingüística es aceptada acríticamente debido a factores económicos, demográficos, culturales, educativos, tecnológicos y geopolíticos. Las ideologías anglocentristas que legitiman esas preferencias, por lo general glorifican a unas cuantas lenguas europeas y reprueban a otras minoritarias. Las teorías sobre lengua y poder, sobre política lingüística y estructuración social, sobre las lenguas prioritarias en la enseñanza como LE o L2 deben anclarse en el complejo mundo real de flujos monetarios y negociaciones dominantes. He aquí un mundo en el que la desigualdad es estructural y se legitima mediante la segregación lingüística, es decir: lingüicismo.

El hecho de que ambos autores británicos y miembros del British Council sean los únicos en ofrecer cifras sobre la cantidad de angloparlantes y que sustenten que la expansión del inglés como lengua global/mundial sea más positiva que negativa, nos impulsa a revisar y comentar otras opiniones marcadamente contrarias.


3.3 Robert Phillipson

La acusación “English linguistic imperialism” que hace Robert Phillipson en la página 31 de su libro Linguistic Imperialism Continued a los países y hablantes anglófonos no es actual. Este esfuerzo por “globalizar” y “colonizar” en inglés no es un fenómeno nuevo. Data de los asentamientos y las explotaciones coloniales de Norte América (siglos XVII-XIX) y continúa hasta nuestros días tal y como sugieren los títulos de los capítulos propuestos por el autor británico. La dominación surge de las conquistas, de la subyugación político-militar y de la explotación económica. El lingüista utiliza los términos “linguistic imperialism”, “linguistic dominance” o “linguicism” en un sentido muy estricto refiriéndose pura y exclusivamente a la lengua dominante: inglés y no a otras lenguas internacionales, como el francés, el español, el portugués, etc.:


Linguistic imperialism was manifestly a feature of the way nation-state privileged one language, and often sought actively to eradicate others, forcing their speakers to shift to the dominant language. It was also a feature of colonial empires, involving a deeper degree of linguistic penetration in settler countries (e.g., Canada, New Zealand) then in exploitation and extraction colonies (e.g., Malaya, Nigeria). Linguistic imperialism presupposes an overarching structure of asymmetrical, unequal exchange, where language dominance dovetails with economic, political and other types of dominance. It entails unequal resource allocation and communicative rights between people defined in terms of their competence in specific languages, with unequal benefits as a result, in a system that legitimates and naturalizes such exploitation. (…) Linguistic dominance has inevitably been buttressed by ideologies that glorify the dominant language: (…) the language of modernity, technological progress, and national unity (English in much postcolonial discourse)”. (Phillipson, 2009:2-3)


Robert Phillipson analiza críticamente la expansión, promoción y legitimación poscolonial/posimperial injusta, asimétrica, desigual y sustractiva del uso y la enseñanza del inglés en Europa Continental. En un punto, restringe el concepto a imperialismo lingüístico e imperialismo educativo –aunque esto último no lo exprese en estos términos– al referirse a “the triumphalistic marketing of English” (Phillipson, 2009: 4). Con esta frase alude a la gran infraestructura educativa que creó la élite de los países ingleses y americanos –principalmente el Reino Unido y los Estados Unidos– para difundir, fortalecer y favorecer la enseñanza de la lengua inglesa en todo el mundo y así consolidar “the English linguistic hegemony” (Phillipson, 2009: 18). Siguiendo esta línea de pensamiento, podríamos también acotar aún más la definición y expresarnos en términos de imperialismo comunicativo, imperialismo científico, imperialismo cultural, imperialismo mediático, imperialismo económico, etc., ya que los proyectos de investigación científica, el intercambio académico internacional y las imágenes publicitarias de las corporaciones multinacionales, por ejemplo, están cada vez más dominados por el inglés. La asociación mental de esta lengua con el éxito, el prestigio y el hedonismo, refuerzan una ideología que otorga gloria a la lengua dominante y se la resta a las demás. Sin embargo, entendemos que dicha jerarquía es justificada y asimilada silenciosamente como algo normal y natural, y no como la expresión de objetivos e intereses hegemónicos. Si esto fuera así, deberíamos analizar como un proceso del imperialismo lingüístico cada vez que una lengua (español, danés, finés, sueco y gran variedad de lenguas europeas) incorpora/adopta palabras del inglés a su léxico (anglicismos).

Robert Phillipson no desconoce la superioridad del inglés y su adecuación como “la” lengua franca por razones pragmáticas y utilitarias para la comunicación internacional efectiva. Sin embargo y, según sus dichos, para evitar los peligros ideológicos que produce utilizar un término tan amplio para denominar al inglés, propone subdivisiones según las funciones, usos y fines específicos de la lengua inglesa:


The fact that English is used for a wide range of intercultural communication that is unconnected to British or US context may lead to English being seen as a lingua franca. However, this should not mislead one into believing that English is disconnected from the many ‘special purposes’ it serves in key societal domains, and where it might be more accurately described as a lingua economica (in business and advertising, the language of corporate neoliberalism), a lingua emotiva (the imaginery of Hollywood, popular music consumerism and hedonism) a lingua academica (in research publications, at international conferences, and as a medium for content learning inhigher education), or a lingua cultura (rooted in the literacy texts of English-speaking nations that school foreign language education traditionally aims at, and integrates with language learning as one element of general education). English is definitely the lingua bellica of wars between states (aggression by the US and its loyal acolytes in Afghanistan and Iraq, building on the presence of US bases in hundred of countries worldwide). The worldwide presence of English as a lingua Americana is due to the massive economic, cultural and military impact of the USA. Labeling English as a lingua franca if this is understood as a culturally neutral medium that puts everyone on an equal footing, does not merely entail ideological dangers –it is simply false”. (Phillipson, 2009:148-149)


En un contexto donde la intercomprensión internacional es unidireccional, el proceso de internalización es progresivo e insidioso, y la dominación hegemónica es invisible y consentida, Robert Phillipson no duda de lanzar una nueva acusación sobre la lengua inglesa:


In India, as in many former colonies, English is the language of elite formation, social inclusion and exclusion. Are there then grounds for referring to English as a lingua frankensteinia? (…) Swales (1996), after a lifetime of work on scientific English, is so concerned about other languages of scholarship being on the way to extinction that he labels English a lingua tyrannosaura. (Phillipson 2009:148-149)

What therefore needs further analysis is whether English is a cuckoo in the European higher education nest of language, a lingua cucula, Cuckoos substitute their own eggs for those in place, and induce other species to take on the feeding and teaching processes”. (Phillipson, 2009:150)


Tanto Robert Phillipson como su esposa y coautora Tøve Anita Skutnabb-Kangas reivindican la posición negativa y catastrófica de la expansión del inglés como “global English” o “world English”. La lengua inglesa como lengua global, internacional, universal, mundial o lengua única en el mundo no representa la experiencia comunicativa de la población mundial total.

Robert Phillipson insiste en que la relación entre el nivel de competencia de la lengua inglesa y poder económico de EE.UU. y político de Gran Bretaña, están íntimamente relacionados. Su principal argumento es que el inglés se pueda erigir como una lengua dominante y acabe, tal y como lo está haciendo, con la existencia de otras lenguas y culturas minoritarias. Sobre esta idea ofrece pruebas de que cuando varias lenguas conviven tienden a competir entre ellas, convirtiéndose al final una de ellas en dominante y las otras en inferiores. A nuestro entender, la rápida e insidiosa expansión del inglés en Europa continental y la aceptación incuestionable de las jerarquías lingüísticas se debe al éxito anglosajón –especialmente norteamericano– en las intervenciones económico-financieras y político-militares en el mundo, más que a la política agresiva e invasiva en la enseñanza formal y sustractiva de la lengua inglesa que proponen Robert Phillipson y su esposa Tøve Skutnabb-Kangas.

A pesar de las graves acusaciones implícitas que le hace Robert Phillipson al British Council –de imperialismo educativo al imponer agresivamente la lengua y cultura anglosajona y al asegurar la industria de la lengua inglesa con una marcada tendencia al hedonismo global y una notoria intolerancia a la diversidad lingüística–, para Salikoko S. Mufwene (ver 3.5) este organismo gubernamental es sólo responsable de fortalecer los intereses económicos y culturales de Gran Bretaña, de promocionar el inglés por el mundo y de responder a las demandas de “lengua franca” que implican ciertos procesos contemporáneos.


3.4 Tøve Anita Skutnabb-Kangas

Como el título de su obra Linguistic Genocide in Education or Worldwide Diversity and Human rights? lo indica, Skutnabb- Kangas se ocupa principalmente del genocidio lingüístico en la educación media, de los derechos lingüísticos educativos -como parte de los derechos humanos– y la diversidad biológica, lingüística y cultural:


The metaphors ‘linguistic genocide’, ‘killing languages’ and ‘language murder’ are very strong. (…) To me ‘language death’ is equally loaded (in the sense of taking sides) as are the three other metaphors. (I will deal extensively with the two paradigms that the ‘death’ versus ‘murder’ represents in chap.4) (Skutnabb-Kangas, 2000: xxxi)

Another way of reducing the number of possible nations (and thereby nation-states) is to commit linguistic genocide. This represents (actively) killing a language without killing the speakers (as in physical genocide) or (through passivity) letting a language die. (…) unsupported coexistence mostly also leads to minority languages dying”. (Skutnabb-Kangas, 2000: 312)


Tanto Skutnabb-Kangas como su esposo Robert Phillipson hablan de lingüicidio o genocidio lingüístico como un proceso invisible que mata la lengua sin aniquilar a sus hablantes, en el que desaparece progresivamente una lengua y su cultura. Desde un punto de vista humano, individual y colectivo, Skutnabb-Kangas restringe estos términos a las lenguas dominantes y mayoritarias de los países centrales o industrializados y al aprendizaje, enseñanza y difusión sustractiva del inglés a expensas de la lengua materna.

Desde una perspectiva marcadamente antiimperialista, aceptan que las ideologías subyacentes, los valores y las normas que comporta la lengua inglesa históricamente pueden provocar segregación, marginación, diferencias sociales y un claro detrimento de otras lenguas y culturas minoritarias. Ambos autores, residentes actualmente en Dinamarca, reflejan una manera europea de teorizar las cuestiones. El rol del inglés en la actualidad está directamente asociado con la globalización económica, la modernidad, la revolución tecnológica, la libre circulación de información y el conocimiento e ideas. Tøve Skutnabb-Kangas entiende que las grandes potencias hegemónicas necesitan “vender” el inglés por lo que esta lengua ‘es’, ‘tiene’, ‘puede’ y, agregaríamos, ‘promete’. Así:


(…) we analysed the arguments used to ‘sell’ English worldwidein terms of Galtung’s three-partite division with the innate ‘being-power’ corresponding to English intrinsic arguments (what English ‘is’), resource power, ‘having-power’, to English-extrinsic arguments (what English ‘has’), and structural ‘position-power’ corresponding to English-functional arguments (what English ‘does’, i.e. gives access to). (…) Of all the arguments which have been used to show that some languages are ‘better’ than others, because of what the ‘are’, ‘have’ or ‘can do’, only some of the ‘have’-arguments (English has more textbooks, literature, teachers, etc.) and a few of the ‘can do’-arguments (through English you can get access to more information on science and technology’) are true”. (Skutnabb-Kangas, 2000: 220)


Skutnabb-Kangas insiste en que la lengua inglesa, en su “civilizing mission” (Skutnabb-Kangas, 2000: 225), es la principal causa de la muerte y pérdida de la mayoría de las lenguas amenazadas; ya que está profundamente involucrada en el proceso de globalización, modernización y tecnificación. Los países angloparlantes no poseen sus pretendidos fines nobles y altruistas o intenciones encomiables al promover el aprendizaje y la enseñanza sustractiva de la lengua inglesa como una panacea de la comunicación en países de la periferia o subdesarrollados. Sino, por el contrario, tienen claros intereses políticos y económico-financieros que subyacen en el control y persuasión ideológica a través de la educación, la violencia simbólica y la colonización de la conciencia. “Colonialism by other means” (Skutnabb-Kangas, 2000: 321) implica la imposición de sujetos dominantes ejercida con el consenso, consentimiento y conocimiento de quienes la padecen. Skutnabb-Kangas y Phillipson se muestran a favor del esperanto, lengua artificial y planificada, como una alternativa viable para resolver los problemas de la comunicación internacional y evitar la legitimación cultural e ideológica de una esclavitud sofisticada.

Muchos de los conceptos eurocéntricos se ajustan al patrón de cómo se afirma el racismo a través de la exaltación de la soberanía del grupo dominante, que crea una imagen idealista de sí mismo; en simultáneo con la devaluación del grupo dominado, con supresión o estancamiento de su lengua y cultura. El lingüicismo es, para ambos autores, diferente de los demás –ismos, como el sexismo, o el racismo, o el clasismo; ya que es la lengua y no el género o la raza o la clase lo que constituye el criterio crucial de las ideologías, que tiene como resultado distribución desigual y asimétrica de poder y recursos.

Tanto el artificial WSSE (World Standard Spoken English), como el proyecto lingüístico civilizador (“Global English”) y la misión humanística de Occidente sobre Europa Central y del Este de fomentar una lengua común (inglés) para todos los usuarios de la globalización que comenta Skutnabb-Kangas son proyectos “altruistas” de las dos grandes potencias angloparlantes que intentan diseminar y fortalecer el mundo creando una lengua auxiliar mundial a expensas de otras lenguas, incluso del mismo inglés, convencidos de que podrían hacer del mundo un mejor lugar. En esto es evidente que la autora está haciendo uso de la ironía; como si los valores angloamericanos fueran universales y pudieran homogeneizar naciones con características sustancialmente diferentes. Las lenguas no necesitan de las instituciones educativas formales para extenderse o sobrevivir; pero las instituciones formales necesitan de políticas de estados que incluyan la construcción de la diversidad lingüístico-cultural mundial, la promoción del multilingüismo, la enseñanza y el aprendizaje de idiomas extranjeros, el uso aditivo del inglés y la concesión de derechos humanos lingüísticos básicos a los hablantes de todos los idiomas.


3.5 Salikoko S. Mufwene

El complejo fenómeno de la globalización económica y cultural ha sido considerado especialmente en los artículos de Mufwene (analizados en el presente trabajo) por estar asociado a la maratónica expansión del inglés y al rol que cumple en la estructura socioeconómica y en la vitalidad de lenguas. Mufwene admite que la globalización es un aspecto de la colonización y que es un inexorable proceso que ha modificado significativamente el paisaje lingüístico (linguascape) desde períodos muy tempranos de la historia. El mundo está cada vez más globalizado y necesita entenderse. La lengua inglesa parece ser –para los cinco lingüistas analizados– la más conveniente como lengua franca por sus funciones comunicativas, su aspecto utilitario y por sus consideraciones pragmáticas.

David Crystal y David Graddol utilizaron indistintamente las frases “global English” y “world language” al hacer referencia al inglés. Sin embargo, y a diferencia de estos lingüistas, S.S. Mufwene rechaza la designación de “Global English” por considerarlo una falacia utópica. Si bien reconoce su efecto globalizador; ya que permite la comunicación y el intercambio entre los distintos países. Según Mufwene, al usar el término “global” nos estaríamos refiriendo a “round body, ball, sphere used also to represent planet Earth” (Mufwene, 2009: 13).

Además, el vertiginoso crecimiento del inglés, su expansión geográfica y la cantidad de hablantes anglófonos nativos y no nativos no son homogéneos ni uniformes en todo el planeta o “globo terráqueo”. No podemos fiarnos de la omnipresencia del inglés en ciudades que están, aún, al margen de la globalización o en aisladas aéreas rurales:


In places that are still on the margins of economic globalization, the presence of English remains scant, especially where the rural population still exceeds the urban one. Although one will always come across peddlers who manage to speak some English at craft markets and other touristic areas, for commercial purposes, the proportion of educated people who still do not speak English (confidently) is too important to be overlooked”. (Mufwene, 2009: 27)


Por ello, para Mufwene parace más apropiada la frase “pre-eminent world language” para hacer referencia a su función como lengua franca internacional en varios dominios:


It thus appears that what has made English the foremost ‘world language’ is its function as a lingua franca, a status which La Francophonie wishes French had reached to the same extent, against the odds articulated above (Mufwene 2008). It is this evolution which has led some scholars (see below) to characterize English as a ‘global language’, i.e., as a pre-eminent ‘world language’”. (Mufwene, 2009: 22)


Desde una perspectiva estructural y etnográfica, S.S. Mufwene afirma que la elección de una determinada lengua, en este caso el inglés europeo-americano, para la comunicación internacional, debe estar articulada en términos de costo-beneficio para los usuarios. Así, y utilizando el término que propuso el sociólogo francés Pierre Bourdieu (1991), “language market”, el mercado lingüístico de los hablantes considera al económico como un factor relevante y decisivo. Los hablantes invierten tiempo, esfuerzo y dinero para estudiar y aprender una lengua que les resulte altamente provechosa para maximizar su capital lingüístico. Esta adaptación de los hablantes a las ecologías socioeconómicas cambiantes es la principal razón de la pérdida de lenguas y ocurre a través de un cúmulo de decisiones tomadas por los miembros de una población al enfrentar los desafíos socioeconómicos de su contexto. Tal vez este mismo pensamiento haya alentado, hace 400 años, a los esclavos de las plantaciones de caña de azúcar, algodón y tabaco a sustituir sus lenguas originarias –sin perjuicio de su orgullo ancestral– por la lengua dominante de los colonizadores europeos obligados por la situación social, la necesidad laboral y la circunstancia histórica. Sin duda alguna, la fino-sueco Tøve Anita Sktnabb-Kangas y el congolés Salikoko S. Mufwene son parte de esta simbiosis etnográfica y de integración socioeconómica al preferir hablar, pensar y ¡publicar! en inglés (lengua vernáculaiv por necesidad) antes que en danés, finlandés, francés, kiyansi, lingala o kikongo-Kituba.

Reiteramos la posición de Mufwene, a la cual suscribimos: las decisiones lingüísticas que se toman para responder adaptativamente a la sobrevivencia son particulares, singulares y circunstanciales. Los individuos acumulan un capital lingüístico que sirve y beneficia a sus intereses personales. Sin embargo, estas afirmaciones parecen contradecir el concepto de ideologías lingüísticas mencionado en nuestro punto 2; ya que la utilidad y el prestigio conferidos a una lengua no son actos individuales.

Siguiendo esta línea de pensamiento, y a diferencia de los lingüistas analizados anteriormente, Mufwene presenta una postura intermedia sobre la posición hegemónica de la lengua inglesa en el ámbito de la globalización lingüística del tercer milenio. Señala que la expansión del inglés no es ni buena ni mala, sino neutra, y su positividad recaerá en las posibilidades comunicativas que aporta. Por esto, rechaza la acusación insustancial que se le hace a la lengua inglesa de “killer language”. El inglés no posee una fuerza todopoderosa que provoca el desplazamiento de lenguas minoritarias; ni la pérdida de lenguas indígenas; ni pone en riesgo la vitalidad de otras lenguas vernáculas; ni conducirá el monolingüismo.

Insistimos: los hablantes abandonan voluntariamente su lengua a favor de otra más prestigiosa y útil.


4. Discusión

La mayor conquista efectiva del Imperio Británico ha sido, sin lugar a dudas, la lingüística. El inglés pasó de ser una lengua insular a una lengua globalmente dominante; lo que impide que Inglaterra, y Gran Bretaña incluso, reclamen control alguno sobre los derroteros que “su” lengua pueda seguir. Cada uno de los cinco lingüistas analizados en el presente trabajo (Crystal, Graddol, Phillipson, Skutnabb-Kangas y Mufwene) intenta responder satisfactoriamente a cómo y porqué el inglés domina internacionalmente desde la expansión colonial británica (siglo XVII) hasta nuestros días. Hemos comentado, muy brevemente, las diferentes razones que sustentan sus argumentos; adhiriendo a tres posturas netamente diferentes sobre la globalización comunicativa de la lengua inglesa y sus repercusiones. Cada uno de ellos, provenientes de diversas realidades etnolingüísticas, destaca alguno de los distintos factores (geo-históricos, político-militares, socio-culturales, económico-financieros, ideológicos, estructurales y demográficos) que favorecen, legitiman y fortalecen la rápida expansión y el uso del inglés en todo el mundo. Al analizar contrastivamente las teorizaciones y conceptualizaciones en el plano discursivo, se identifican modos de designar o referirse al inglés (inglés global, lengua mundial, lengua franca global, lengua neoimperial capitalista, imperialismo lingüístico, lingüicidio, lingüicismo, “killer language” y globalización idiomática) que dan cuenta de las agudas diferencias ideológicas entre ellos.

Lo cierto es que las fronteras de esas posiciones ideológicas antagónicas y aparentemente irreconciliables son móviles, flexibles, dinámicas y contextuales. El inglés, y en este punto todos coinciden, parece ser la lengua más competitiva, ventajosa, prestigiosa, exitosa y apropiada para el entendimiento mutuo entre personas, regiones y países de lenguas y culturas diferentes en un mundo cada vez más globalizado.

Entendemos que la situación hegemónica internacional de la lengua inglesa no tiene que ver con sus cualidades lingüísticas intrínsecas, ni con la cantidad de hablantes de L1, ni con la promoción de instituciones y personalidades prestigiosas. Los factores antes mencionados: la hegemonía político-militar de Gran Bretaña y EE.UU.; su estrecha vinculación con la globalización económica, la modernidad y la revolución tecnológico-industrial; su conveniencia pragmática; su aspecto utilitario y su función comunicativa, hacen que el inglés sea la lengua occidental culturalmente más útil para cumplir el rol de lengua franca internacional en casi todos los dominios. Aquí no se trata de una secreta conspiración anglo-americana que intenta consolidar la supremacía y el dominio del inglés para favorecer a los intereses de sus gobiernos; sino que es la opción personal de lengua para adaptarse y sobrevivir a los vertiginosos cambios que nos imponen la globalización y el avance tecnológico en el tercer milenio. Nuestra dependencia de Gran Bretaña y EE.UU. no es consecuencia de la enseñanza de inglés, sino que, más bien, ocurre lo contrario: surge por la demanda del aprendizaje de esa lengua. Entonces, la amenaza, pérdida y muerte de lenguas minoritarias o la destrucción de la diversidad lingüística y cultural no se deben al rol preponderante del inglés, sino al inexorable proceso de la globalización socio-económica que modifica el paisaje lingüístico. El inglés no es un requisito indispensable y necesario para el progreso económico, social, laboral y profesional, ya que no es la única “gran” lengua franca en el mundo. Actualmente, hay un interés creciente por aprender español, alemán, francés, portugués, chino mandarín y otras lenguas nacionales para realizar transacciones, sobre todo económicas, con países geográficamente adyacentes, o ligados por algún tipo de interés.

Nuestra área de trabajo, Nordeste Argentino, se encuentra ubicada en una zona plurilingüe en la cual, por diferentes motivos, existe una clara necesidad de conocer otras lenguas, incluso la de señas, aparte de la inglesa. Además, si entendemos cómo interviene el juego de hegemonías en cada país y en cada región, en muchos casos la amenaza para otras lenguas nativas no es el inglés, u otra lengua enseñada como LE desde la educación formal; sino la lengua dominante del propio país. Es decir, la amenaza para el qom, el moqoit, el wichí, el tapiete, el guaraní y otras lenguas indígenas no es el inglés, sino el castellano ya; que compiten por las mismas funciones sociales y comunicativas. El inglés es el idioma que más demanda tiene como lengua auxiliar, sin que sustituya a las demás como instrumento de comunicación social. Nuestra situación, de docentes no nativos de LE, nos permite orientar las acciones didáctico-pedagógicas futuras de nuestras respectivas prácticas sociales y discursivas. La importancia del aprendizaje de una lengua extranjera no debe entenderse como un servilismo cultural, por coerción o compulsión, para un control encubierto; sino por razones de astucia práctica, para acceder a mejores oportunidades. Nuestros estudiantes podrán entender mejor la interrelación de lengua, discurso e ideología si los docentes apoyamos el estudio aditivo del inglés como LE, mostramos respeto lingüístico y pedagógico hacia las variantes del inglés y si, simultáneamente, ofrecemos apoyo profesional y humano para el mantenimiento y uso de otras lenguas y culturas; indígenas, locales, regionales, nacionales y extranjeras. Por otra parte, hemos de evitar la discriminación por la lengua que se habla (lingüicismo); crear una sensibilidad cultural abierta e introducir el respeto de los derechos humanos lingüísticos básicos de todos los hablantes dentro del currículum.



Notas

iSegún el concepto elaborado por Foucault en Arqueología del Saber.

iiSiguiendo una de las múltiples definiciones que propone Paul V. Kroskrity dentro del marco disciplinar de la antropología lingüística.

iiiNos referimos como “Reino Unido”, cuando se refiere al Estado, y no tiene que ver con lo político o con su historia en cuyo caso nos referiremos como Gran Bretaña.

ivAquí se toma el término “vernácula” en un sentido no técnico, es decir, no como lengua con vitalidad, autonomía e historicidad pero sin estandarización, sino como lengua del país. Tal vez hubiese sido mejor “lengua de trabajo” o “lengua segunda” (y no “segunda lengua”).





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María Angelina Cazorla | Argentina

Profesora de Inglés, Licenciada en Lenguas Extranjeras y Licenciada en Letras. Docente de Literatura de Europa Septentrional del Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades. Docente de la cátedra de Inglés I de la Facultad de Artes, Diseño y Ciencias de la Cultura, ambas de la Universidad Nacional del Nordeste. Investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género. Área de especialidad: Literatura Inglesa.

E-mail: angelinacazorla@hotmail.com


Acerca del artículo

El presente artículo es una síntesis de la tesis, que lleva el mismo título, para obtener el grado de Licenciada en Letras defendida y aprobada el 22 de septiembre del 2010.


Fecha de recepción: 12/12/2017

Fecha de aceptado: 28/05/2018