del prudente saber y el máximo posible de sabor | Año xx Nº 11, enero-diciembre 2019 | ISSN 1515-3576| ISSN versión en línea 2618-4141


Dossier

Algunas preguntas a Raúl Cerdeiras


Andrea Vittori | UNER, UNL

aavittori@gmail.com


Introducción: Dispuestos a recibir lo impensable…

La presencia de Raúl Cerdeiras en la Facultad de Ciencias de la Educación, invitado por la investigación El retorno de la política: la utopía democrática (con sede en la Facultad de Ciencias de la Educación UNER) atrajo la atención de una buena cantidad de personas, que, apiñados en la Sala de Profesores de la institución, lo escucharon por más de tres horas. La exposición, centrada en el pensamiento del filósofo Alain Badiou, sirvió para hablar de política, matemáticas y subjetividad.

Cerdeiras es director y editor responsable de Acontecimiento, revista para pensar la política, cuyo primer número publicado por el colectivo A pesar de todo, de julio de 1991 sostenía: «Somos absolutamente conscientes de que cada palabra o idea que se escriban en estas páginas estarán investidas por el riesgo de una apuesta. Pero estamos convencidos de que llegó el momento de apostar».

Y como …del prudente saber… también, se juntaron entonces dos jugadores empedernidos y viciados para una charla que a continuación publicamos.


Al escucharlo, tuve la sensación de un grato optimismo en sus palabras respecto a la época en que vivimos. Una apuesta a la construcción en momentos en que todo o casi todo pareciera que «concluye». Creo incluso que en algún pasaje Ud. reivindicaba esta época como «no tan mala», y creo que esto no es menor en el marco de repasar algunos puntos de la filosofía ontología de Alan Badiou que abre una nueva forma de pensar la política.

Quiero dejar bien en claro que no se trata de ser «optimista» para contrarrestar cierto «pesimismo» reinante. No es una cuestión de estados de ánimo sino de una posición, de una actitud, del pensamiento. Creo que las cosas no concluyen ni menos aún se «derrumban» porque sí sin que el pensamiento no pueda hacer nada. Si una configuración de la experiencia en la que está comprometida la singularidad humana, deja de producir efectos, es porque hay otra cosa que está en movimiento tan pensante como la que concluye. Para decirlo en trazos muy gruesos (pero advierto que no me gustan estos pantallazos tan amplios, salvo por razones de ejemplificación rápida) al mundo medieval lo socava la llamada modernidad y, si aceptamos que hoy lo que está colapsando es la modernidad, es porque «otro» pensamiento está en curso. Por eso no me gusta que nos llamen posmodernos, porque la posmodernidad es la constatación de la ruina de la modernidad y con ello parece ser que se arrastra toda posibilidad de un «nuevo» pensamiento. Para decirlo muy apretadamente sin Cantor, Einstein, Mallarmé, Pessoa, Picasso, Schöemberg, Freud, Lacan, Nietzsche, Heidegger, Mayo del 68, Chiapas, etc., etc., ¿qué modernidad habría concluido? Estoy convencido de la posibilidad de un nuevo horizonte del pensamiento que cabalgará sobre esos y otros nombres, y estoy seguro que si así no sucede la barbarie hará su silencioso trabajo. Esto se sustenta en una posición que afirma que en el campo de la experiencia humana lo radicalmente nuevo es posible, entendiendo que lo nuevo es lo informulable, lo impensable en el interior de una situación dada. Con lo cual, dicho sea de paso, quiero alejar toda duda acerca de la existencia de una línea de desarrollo de la humanidad en dirección a un progreso o «mejoramiento» de su condición de tal. Por supuesto que lo dicho para la época en general vale para la política que es una experiencia del pensamiento singular e irreductible a otras prácticas de importancia decisiva para la vida de los pueblos.


Dicho groseramente, la disolución del Uno abre paso a pensar la multiplicidad, o las multiplicidades. Me preguntaba si es posible articular esta idea con la de pluralidad en el campo de la política.

Sin duda que sí, más aún, desde lo que dije antes afirmaría que es la «irrupción» de la multiplicidad la que ha hecho estallar la hegemonía que desde siempre mantuvo el Uno para pensar la cuestión del ser, la cuestión ontológica. La destitución del ser del Uno, cosa que se enuncia diciendo: «El Uno no es», nos enfrenta a una ontología del múltiple «sin» uno, y el múltiple «sin» uno sólo se lo puede pensar como múltiple puro, una multiplicidad de multiplicidades, o, también una multiplicidad «inconsistente». Por lo tanto, si desde esta nueva ontología se proclama que el «ser de todo lo que es, es ser inconsistente», la política, en tanto es, será inconsistente y, en consecuencia, abierta a la «posibilidad» de poder producir en su interior la subversión de su propio campo. Pienso que es necesario pensar una política bajo la idea de presentarla como una situación regida por las categorías de lo múltiple. Podría arriesgar una tesis que dice que el marxismo produjo una extraordinaria política de emancipación, pero encerrada en la hegemonía del Uno. La idea de clase, revolución, estado, etc., no pueden decodificarse en su interior sino como dependiendo de la categoría del Uno. Pero en la última parte de tu pregunta, al utilizar el término «pluralidad» no quiero quedar involucrado en la ambigüedad de su significado, en especial por la idea de una política llamada «democrática» cuya divisa casi excluyente sería «el respeto a las diferencias», el multiculturalismo, etc. Desde la perspectiva en que trabajo pienso que la multiplicidad en el interior de una nueva política debe ayudar a disolver la categoría de «identidad» que es el reducto del Uno en el interior de la política tal como hoy circula. La diferencia se sigue pensando desde la identidad, a tal punto que una diferencia no es otra cosa que una «identidad». Pero para que estas identidades puedan circular y ser «respetadas en tanto diferentes» se construye un universal abstracto (y ese «abstracto» disimula que en verdad se trata de una parte del juego, de una identidad más) frente a la cual todas las diferencias se igualan, por ejemplo, Dios, la Ley, y hoy, sin duda, el mercado con su equivalente general el dinero. El problema que tiene planteada la política de la multiplicidad es cómo pensar un universal que no caiga en una totalidad sustancialista (dictaduras) o en una totalidad abstracta (regímenes «democráticos»).


Este es un tema complejo, pero puedo dar una indicación: lo universal de una política es su capacidad de ser «indiferente a las diferencias». Nacer en una situación concreta (es lo «concreto» de este universal) pero sin embargo producir efectos políticos en lugares, tiempos y situaciones totalmente diferentes al lugar de su producción originaria, es una nota común de las grandes políticas que han recorrido la historia. No es otra cosa que la capacidad de la política de estar destinada a todos por igual, de ser indiferente a las diferencias. Es una característica de las nuevas luchas políticas de nuestro tiempo el ser protagonizadas por «cualquiera» y el esfuerzo del Estado es siempre tratar de darle una «identidad» a ese cualquiera, porque la identidad, lo repito, es el operador del Uno.


El acontecimiento ¿puede permitirnos una nueva forma de pensar nuestras prácticas políticas? Pensadas desde un cambio, porque desde ya el acontecimiento lo que sí permite es una lectura distinta, o bien una lectura distinta es posible gracias al acontecimiento. Tal vez la pregunta sería, ¿cómo abonar las condiciones para que un/ os acontecimiento/s pueda/n advenir?

El acontecimiento es del orden del azar. Por lo tanto, se puede estar dispuesto para recibir lo impensable, lo fuera de lugar, etc., pero no creo que se pueda «provocar» o ayudar a que haya acontecimiento. Pero hay que recordar que el acontecimiento se inscribe en una situación sólo si una intervención subjetiva lo sostiene en apuesta como tal. No sé si el término «abonar las condiciones» es el más apropiado, yo diría que el militante político debe «disponerse de otra manera» en las situaciones en que intervienen, y una manera nueva de disponerse es tratando de no encuadrar mecánicamente todo «hecho» dentro de un dispositivo de saber ya coagulado, sino de interrogarse acerca de un exceso posible sobre ese saber lo que convertiría al «hecho» en un «acontecimiento» y empezar a trabajar sobre él.


Tal vez la pregunta fuera si podemos mantener una cierta idea de realidad para pensar rupturas a esta situación (en el sentido de que el acontecimiento puede pensarse al socavar esa idea de realidad).

Una situación está conformada por el conjunto de los discursos que la sostienen como tal situación y no otra. Esos discursos tejen las prácticas reales de las subjetividades allí involucradas, sus figuras identificatorias, su comunicación en el interior de la misma, la conciencia más o menos clara de sus límites y diferencias con otras situaciones, etc., etc., si a esto lo querés llamar «realidad» no tengo ninguna objeción, sólo le agregaría el término «dada». Entonces, para mi manera de ver, un acontecimiento es lo que excede radicalmente a esa «realidad dada» en la que no encuentra ubicación en el interior del dispositivo dentro del cual funciona. Por ejemplo —y esto lo pienso realmente— puedo decir que las «Madres de Plaza de Mayo» son el nombre aún ambiguo de un acontecimiento político, en tanto impiden que la alternativa dictadura o democracia sea la opción alrededor de la cual se organice la política contemporánea que no es otra cosa que el dispositivo jurídico de gestión del capitalismo mundial. En consecuencia, la situación «movimiento de derechos humanos» resulta totalmente incapaz para hacerse cargo de esta afirmación.


¿Se ha renunciado hoy al pensamiento de la política cuando se piden «alternativas» a la situación y desde el gobierno se aspira a administrar lo poco que queda? En estos días, Aníbal Ibarra sostenía en Clarín que la salida es con reactivación económica, digo ¿esto es pensamiento de la política?i

Por supuesto que estas «alternativas» no tienen nada de política, al contrario, son dispositivos que impiden la invención de la política. Hay que distinguir estrictamente política de gestión. La gestión administra lo que hay y se rige sólo por lo posible, en cambio la política que intentamos crear se define por su capacidad de «ruptura» con los lazos sociales existentes, es una «excepción a lo social», hace posible lo imposible de una situación (o sea, lo impensable desde esa situación) y, además, es autónoma, es decir, no depende sino de ella misma, no es un «medio» para realizar fines que no les son propios. Esta afirmación acerca de la autonomía de la política, que no es un medio y que no se fundamenta en nada exterior a ella (por ejemplo, la filosofía, el derecho, las clases, la moral, la historia, la economía, etc.,) es un tema decisivo y complejo, pero quizás aquél sobre el cual más se debería insistir. Creo que actualmente, aunque se advierten signos alentadores en sentido contrario, se ha renunciado a pensar la política porque la afirmación de que la política «es un pensamiento autónomo», es una tesis relativamente nueva.


¿Cómo pensar a los sujetos de la política? Si privilegiamos el pensamiento y la decisión a la hora de poner sobre la mesa a la política, ¿cómo no caer en una nueva instancia representativa para estos sujetos?

La cuestión del sujeto político y el de su representación me desborda totalmente para incluirlo en una respuesta. Pero si reflexionamos el sujeto no como un dato objetivo sino como una invención que sostiene el trayecto de una nueva verdad en política, entonces no puede volverse al tema de la representación de ese sujeto. La cuestión de la representación hay que dejarla para la gestión, la política es «irrupción de una presentación que escapa a toda representación del Estado», y esa es su potencia desligante.


¿Cómo reflexiona sobre la experiencia política de Acontecimiento?

No estoy preparado para contestar esta pregunta. Puedo dejar sólo esta reflexión. Muchas de las cosas que hoy conversamos están dichas en el primer número de la revista Acontecimiento hace exactamente 10 años. En ese momento no tenía diálogo porque lo que se decía parecía como fuera de todo contexto inteligible para la política. Si hoy ustedes se preocupan por estas cuestiones, debo sospechar que algún campo se ha ido abonando.



Notas

iHay que considerar aquí que esta entrevista fue publicada originalmente en 2001. La entrevistadora, en ese momento, hacía referencia a la gestión de Aníbal Ibarra como jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




Andrea Vittori | Argentina

Licenciada en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos. Coordinadora de Prensa Institucional de la Universidad Nacional del Litoral. Jefa de Trabajos Prácticos Taller de Redacción I, Licenciatura en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos.

E-mail: avittori@gmail.com