del prudente saber y el máximo posible de sabor | Año xx Nº 11, enero-diciembre 2019 | ISSN 1515-3576| ISSN versión en línea 2618-4141


Enfoques y contenidos historiográficos enseñados en la Facultad de Ciencias de la Educación de Paraná en la década del ‘60


Mariano Hadad | UNER, UADER

mhescribe@gmail.com


Resumen

Este artículo trata de los contenidos enseñados en las materias de Historia y afines, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Litoral durante la década de 1960, en un marco académico caracterizado por elementos de renovación historiográfica pero también por una fuerte inestabilidad política en el país, cuyos influjos se hicieron presentes. Entre democracia y dictadura, este proceso es analizado desde los programas de cátedras, funcionamiento académico, cuerpo profesoral y testimonios de época, en donde los niveles de receptividad de los diversos enfoques historiográficos se vivieron parcialmente como tales en el período, pero sentaron las bases para un posterior mejoramiento de la calidad educativa de la institución.

La figura de José Carlos Chiaramonte constituye el eje sobre el cual se establecen correspondencias y comparaciones entre las diversas cátedras y sus respectivos enfoques. La gestión de Ramón Caropresi, propia de un espíritu democrático, será el correlato institucional que permita fructificar el desarrollo y la pluralidad de ideas de aquel momento académico.

El golpe de Estado de 1966 opacará este recorrido; sin embargo, la investigación realizada permite visualizar que en el marco del quiebre constitucional permanecen contenidos renovadores que no pudieron ser censurados a pesar del clima represivo y anticomunista instaurado por la autodenominada «Revolución Argentina».

La particularidad de la experiencia aquí investigada permite constatar que, a pesar de los vaivenes políticos y académicos, lo que sobresale en el período es la gestación de nuevas formas de concebir el saber histórico que dejarán una impronta sobre la cual se conformará una profesionalización mayor a medida que el régimen democrático vaya comprendiendo la importancia del apoyo al desarrollo científico.

Se deja en claro, también, que otras valoraciones posibles de aquel período no son menospreciadas.

Palabras clave: historia, educación, década del ‘60



Historiographic approaches and contents taught in the School of Educational Sciences in Parana in the 1960s


Abstract

This article is about the contents taught in History and related subjects in the School of Educational Sciences of the Universidad Nacional del Litoral in the 1960s, in an academic context characterized not only by elements of historiographic renovation but also by a strong political instability in the country, whose influence was present. Between democracy and dictatorship, this process is analyzed on the basis of the subjects’ syllabuses, academic functioning, teaching staff and testimonies from the time, where the receptiveness levels of the diverse historiographic approaches were lived, partially, as such in the period, but set the basis for a subsequent improvement of the institution educational quality.

The figure of Jose Carlos Chiaramonte represents the central point around which various correlations and comparisons are established among the different lectures and their specific approaches. Ramon Caropresi’s administration, reflecting his democratic spirit, will be the institutional counterpart that allows for the fruition of that academic moment’s development and variety of ideas.

The Coup d’état in 1966 will obscure this process. Nevertheless, the research done lets us visualize that, in the context of the breakdown of the constitutional order, some innovative contents that could not be censured remain, in spite of the repressive and anti-communist atmosphere established in the self-named «Argentinian Revolution».

The particularity of the hereby researched experience helps us establish that, despite the political and academic fluctuations, the most prominent element in this period is the gestation of new forms of conceiving historical knowledge that will leave a distinctive mark over which a greater professionalization will be established as the democratic government gradually becomes aware of the importance of supporting scientific development.

It is also clear that other possible assessments over the period are not underestimated.

Keywords: history, education,1960s




Presentación

El tema de este artículo se formula en términos de dar cuenta del impacto que pudo haber tenido, en el período trabajado, el clima renovador en la historiografía enseñada en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Litoral (FCE de la UNL), tratando de plasmar sus principales contenidos como así también de problematizar sobre los niveles de receptividad que pudiera haber alcanzado.

Para ello, se optó por tomar como eje la labor desempeñada en la Facultad por José Carlos Chiaramonte, no para realizar biografía alguna, sino como una referencia importante en relación a dichos objetivos. En tal sentido, se hizo necesario acotar dentro del período propuesto por el equipo de investigación, uno más pequeño para el cual poseemos efectivamente fuentes a trabajar.

En formato narrativo, se presentan los resultados obtenidos, fruto también de tomar varios programas de cátedras que otros profesores dictaban simultáneamente, estableciendo correspondencias o no de enfoques y de contenidos, analizando lo publicado en aquel momento, tratando de establecer relaciones teóricas y académicas, pero también correlatos políticos que son necesarios de visualizar allí donde el testimonio no está del todo claro. Las condiciones epocales del período de la segunda mitad del Modelo Desarrollista implementado en el país, que datamos desde 1963 hasta 1975, se caracterizaron por un conjunto de pujas distributivas en el plano político y económico, enmarcado en el contexto internacional de Guerra Fría. El ámbito universitario, y dentro de éste la producción académica de la FCE de la UNL, se caracterizó por sufrir los coletazos de fuertes contrastes políticos, dentro de los cuales se destacan dos períodos: el del gobierno de Arturo Illia, de libertades democráticas y circulación libre del pensamiento, y el del gobierno del general Onganía, de pérdida de autonomía y cerrazón intelectual. Estos vaivenes opacarán muchas veces las discusiones teóricas que los intelectuales universitarios protagonizaban, como por ejemplo los debates sobre la Teoría del Desarrollo y la Teoría de la Dependencia, las polémicas al interior de la historiografía marxista, la Pedagogía de la Liberación, la relación con la propuesta de la Escuela de Annales en Francia, entre otros.

Como siempre ocurre, los testimonios recogidos se conforman en percepciones y opiniones disímiles y, en algunos casos, en balances encontrados. Para resolver esta cuestión se ha optado por adoptar el criterio mayoritario que, por lo demás, suele coincidir con la visualización de una especie de clima de época que se plasma en las fuentes trabajadas. Esto no invalida ni menosprecia vivencias de época recordadas con otras valoraciones.


Desarrollo: programas, materias y publicaciones

Variada fue la actividad de José Carlos Chiaramonte en la Facultad, en concreto podemos datar en lo concerniente al período propuesto para esta investigación, entre 1964 y 1971, su desempeño vinculado particularmente a Historia y Sociología en diversos aspectos temáticos, aunque su vinculación con la institución precede y sucede este recorte temporal.

Si bien este profesor de Filosofía, historiador de oficio, tiene una designación interina en la cátedra Historia del pensamiento y de la Cultura Argentina, cuyo cese se dará en 1965i debido a que no existe más en un nuevo Plan de estudios que se viene aplicando gradualmente, es designado interinamente para las nuevas cátedras Historia de la Cultura y Sociología Argentinaii previéndose para las mismas la sustanciación de concurso ordinario.

Se mantiene una estructura de seminarios que puede dictar cualquier profesor en tanto se encuentren contenidos en el Plan de estudios, previa solicitud del interesado o lo que aconseje el Departamento de Pedagogía de la Facultad. Esto posibilita la presencia de destacados intelectuales y docentes, tanto de la ciudad como de afuera. Tales son los casos de Ángela Constantina Romera Vera, doctora en Derecho que fuera discípula del filósofo Ortega y Gasset cuando cursaba sus estudios universitarios en España; de Celia Felicia Durruty, perteneciente al grupo de Oscar Massota y Carlos Correas, quienes protagonizaron la experiencia del Instituto Di Tella; de David Viñas, al que se le encomienda «…el desarrollo de un curso intensivo de Historia de la Cultura…»iii y de un seminario especial donde desarrolla el tema del liberalismo en la cultura argentina con textos que van desde Facundo hasta La Restauración Nacionalista; de Carlos Evaristo Prelat, Premio Nacional de Ciencias otorgado por la Comisión Nacional de Cultura de nuestro país por sus trabajos como epistemólogo, a la par de ser profesor titular en varias universidades argentinas y del exterior. Su arribo a Paraná se produce al momento de finalizar una beca del Estado francés.

Cabe destacar que en esta época Ramón Caropresi, quien suscribe a la Teoría de la Modernizacióniv, se desempeña como delegado organizador. Bajo su gestión se instituyen los cursos de posgrado adecuados a la estructura curricular; se estructuran los Departamentos de Filosofía, Pedagogía, Sociología y Psicología que agrupan a las diversas cátedras; los concursos tuvieron plena implementación, tanto los ordinarios como los interinos para docentes, así como para investigadores, personal administrativo y ayudantes alumnosv. Inclusive se establece todo un ordenamiento institucional que clarifica las reglas de juego, aprobando reglamentaciones entre las que se destaca como novedosa la de los concursos de ayudantes alumnosvi. Rápidamente, Chiaramonte, titular interino de Sociología Argentina, propone la incorporación de dos cargos de ayudantes alumnosvii, inaugurando de esta manera la conformación de su equipo de cátedra.

En este curso de Sociología Argentina, dictado en 1964, el profesor propone abordar las premisas históricas de la Argentina actual, como contenidas en el contexto internacional de la Revolución Industrial europea. El criterio utilizado es, entonces, el de concebir una relación de derivación de la sociedad rioplatense y latinoamericana entre los países industrializados y la colonia, derivación que en sus primeros efectos establecerá la división entre el interior y el litoral.

En un ordenamiento cronológico del siglo xix, desde la Revolución de Mayo hasta el roquismo, se verán las mutaciones sociales en su relación con la economía. Primero la «Argentina como mercado» donde el eje se basa en el papel de las importaciones y el librecambio. Aquí se desarrollan en clases las disputas entre los diversos países europeos, que darán como resultado la forma en que Inglaterra fue ganando terreno en cuanto a su injerencia en Latinoamérica y particularmente en el Río de la Plata. Tomando como fuente principal a Woodbine Parish, centra esta etapa en una historia más bien económico social donde se puede observar a través de los datos estadísticos —como por ejemplo el volumen de las importaciones y las exportaciones— el crecimiento de las relaciones comerciales con el Reino Unido.

En segundo término, el rol de productor de materias primas y de ser fuente de productos alimenticios, a la par de considerar la estructura de tipo agropecuaria que se genera alrededor de esta actividad. Por último, se destaca el papel del capital inglés a través de empréstitos e inversiones en el país.

Indudablemente Chiaramonte enseña en Paraná lo que viene investigando y publicando en Rosario a través del Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras. Allí se encuentra en prensa su trabajo La crisis de 1866 y el proteccionismo argentino de la década del 70, que formaría parte de una compilación hecha en Paraná en el mismo año.

En tal sentido será el período posterior a la crisis de 1873 el que dispare una intensificada exportación de capitales hacia el país, con su consecuente influencia en el desarrollo de carnes y cereales, pero también en la organización del Estado y la evolución de las clases sociales, donde se destaca el surgimiento del movimiento obrero, hasta que una nueva crisis internacional —la de 1930— genere la necesidad del desarrollo industrial interno con el correlato social de las migraciones internas.

La demografía aparece, para el estudio de la Argentina de los años sesenta, analizada en su composición étnica, sus franjas etarias y su distribución urbana y rural; aspectos de una geografía económica cuyo fundamento lo constituye la distribución regional del producto nacional. Esto va acompañado, en cuanto a la tenencia de la tierra, por un estudio del régimen de propiedad tanto en la región pampeana como en el resto del país y, en cuanto a las industrias existentes, los grados de concentración de la producción y también de la propiedad.

El desarrollo económico del período desarrollista (término este último que llamativamente no aparece en el programa) intenta dar cuenta de la movilidad social que se va produciendo en las clases, producto de cambios entre los que se destaca la expansión del sector terciario y las finanzas.

En la bibliografíaviii que sustenta los contenidos, Chiaramonte propone una heterogénea variedad, aunque claramente otorga preeminencia a los textos académicos, esto es, a la visión germaniana para las cuestiones sociológicas y a los historiadores que en aquel entonces protagonizaban la renovación historiográfica como Tulio Halperin Donghi y José Luis Romero.

En 1965, Sociología Argentina pasa a ser una materia que se dicta en cuarto año de la carrera, cuya novedad se encuentra en que el profesor introduce un texto suyo por primera vez en la bibliografía: Problemas del europeísmo en la Argentina. Publicado en 1964 por la FCE de la UNL, este libro reúne tres trabajos del mismo autor cuya preocupación central se constituye en torno a «…el análisis de las vinculaciones de la cultura argentina con lo europeo…» (Chiaramonte, 1964: 7). Para ello critica al historiador estadounidense Thomas Mc Gann la idea de una imitación de lo europeo, es decir, de la carencia de originalidad de la Argentina en su propia producción intelectual y cultural, criterio fundamentado también por pensadores locales como Alejandro Korn, a quien cita de la siguiente manera:


Hemos sido colonia y no hemos dejado de serlo, a pesar de la emancipación política. En distintas esferas de nuestra actividad aún dependemos de energías extrañas y la vida intelectual, sobre todo, obedece, con docilidad, ahora como antaño, al influjo de la mentalidad europea. El genio nacional rara vez ha encontrado una expresión genuina e independiente; sólo en la selección de los elementos que asimila se manifiestan sus inclinaciones nativas. (Korn, en Chiaramonte, 1964: 10)ix


Inclusive la historiografía nacionalista, advierte Chiaramonte, es presa de una paradoja ya que surgió bajo el influjo del pensamiento nacionalista europeo. Debido a esto se plantean también como ineficaces «…las hiperbólicas teorizaciones sobre una cultura argentina con caracteres indigenistas...» (Chiaramonte, 1964: 12)x.

Ahora bien, no es que se niegue la influencia europea sobre todo en las elites que condujeron los destinos de la Nación, por el contrario, el autor ve su presencia como una característica nacional, pero se ha concebido el modelo cultural europeo como un cerrojo que imposibilita ver las particularidades, tanto de la Argentina como de las ex colonias americanas. Y es en este punto donde el análisis que realiza este y otros textos del autor expresan una especie de corrimiento, un salirse de la Historia de las Ideas para introducirse más en una Historia de la Cultura. Este gesto, no explicitado por Chiaramonte sino por quien escribe, resulta crucial a la hora de precisar los aportes historiográficos que, en el marco de un clima renovador, dotaron a la carrera de Ciencias de la Educación de un enfoque novedoso cuyos niveles de receptividad se intentarán dilucidarxi.

En la diferencia cultural se encuentra el aporte del historiador, tratando de dar cuenta de la misma y de aquellos elementos que históricamente la han conformado. Sin embargo, lo novedoso del enfoque renovador de los sesenta y setenta sigue utilizando un cierto formato especular al que desde luego no solo no escapa el autor en aquellos tiemposxii, sino el conjunto del entramado académico en el que se inscribe. En concreto, la diferencia no se piensa en términos derridianos, foucaultianos o deleuzianos, sino a partir de categorías propias de modelos que las ciencias económicas e históricas seguirán suscribiendo. La diferencia se da entre distintos grados de desarrollo, entre desfasajes temporales de la relación feudalismo/capitalismo, en la conformación tardía y deformada de las instituciones productoras de cultura y política en el continente americano. Se trata de una «evolución histórica» diferenciada, dentro de la cual las naciones europeas se hallaban en una misma etapa histórica, por supuesto siempre más avanzada que las vernáculas (Chiaramonte, 1964: 13).

Finalmente, será la inmigración masiva posterior la que sellará la cultura americana con una fuerte presencia de la europea, a la vez de ser el factor principal del desarrollo capitalista que se planteaba como necesario. Decíamos más arriba que se daba un corrimiento analítico de las ideas a la cultura, justamente esta especie de entroncar de dos culturas —en desiguales proporciones por cierto— servirá como aporte historiográfico a la crítica de la teoría de la importación de la cultura argentina, así como también adjudicar a la ideología liberal de las élites las claves de dicha importación, sin entender que este criterio sostiene la primacía de lo ideológico en el proceso histórico, lo que es calificado por el autor como «una flagrante reincidencia en la visión idealista de la historia» (Chiaramonte, 1964: 15). Queda en claro el aporte y también queda en claro el marco conceptual filosófico fundamentado en una dicotomía viviente del momento, materialismo/idealismo.

Como es sabido y argumentado por los más destacados historiógrafos argentinosxiii, el mito del origen nacional en la Revolución de Mayo no escapa a las diversas corrientes historiográficas a pesar de sus elementos en pugna. La misma renovación que desde la caída del peronismo comienza a institucionalizar nuevas miradas y nuevas temáticas, no duda en plantear comparaciones en el macroespacio de la racionalidad ilustrada. Mayo, es decir sus hombres ilustrados, forjan «…las bases del desarrollo político y cultural del nuevo país» (Chiaramonte, 1964: 18).

En consonancia con ello, la participación del autor en la Colección de Historia Argentina, aquel hito historiográfico publicado en 1972 y dirigida por Halperin Donghi, recalca las líneas de continuidad de sus análisis. Allí habla Belgrano en tal sentido:


«Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa e indirectamente». Estas conocidas referencias autobiográficas de Manuel Belgrano resumen un aspecto del proceso ideológico que se desarrolló durante la época del Virreinato entre los principales representantes de la burguesía rioplatense, fuese por el contacto directo con las nuevas ideas en sus viajes a Europa o por las lecturas de los escritos que clandestinamente circulaban en las colonias hispanoamericanas. (Chiaramonte, 1972: 356)


Una de las novedades del texto publicado en Paraná seis años antes consiste en cómo se destaca la presencia de autores italianos en las lecturas de aquellos hombres, a tal punto que la rigurosa investigación de fuentes —característica metodológica de la época que no pierde en absoluto rigurosidad analítica con respecto a lo producido por las anteriores generaciones de intelectuales— permite plantear que Gaetano Filangieri, Antonio Genovesi, Cesare Beccaria, conforman un cuerpo teórico muy importante. Se llega incluso a sostener que no solo sus textos figuran entre los más leídos por Moreno, Monteagudo y Castelli —al mismo nivel que Rousseau, Montesquieu y Pierre Bayle— sino que las referencias a los franceses provienen de haberlas leído en los italianos.

El estudio de la influencia italiana se presenta claramente en dos de los más destacados pensadores argentinos, Belgrano y Moreno. En el primero, este estudio sirve para sacar del olvido al intelectual, olvido producido por una carga demasiado pesada de su actividad militar. Un esfuerzo en tal sentido lo constituye la obra Las ideas económicas de Manuel Belgrano, de Luis Roque Gondra, que se toma como base para establecer la vinculación pregonada.

Belgrano aprende el italiano y, con autorización papal, puede leer libros considerados heréticos y que estaban prohibidos. Si bien llega al país en 1794, es decir, un año después de la presentación de la Representación de los Labradores, algunas de las ideas que allí se plasman fueron adjudicadas a él, aunque su posterior llegada al país hace esto poco probable. Lo que aquí interesa es que claramente este escrito traduce partes de la obra de Antonio Genovesi, uno de los nutrientes teóricos de Belgrano junto a Ferdinando Galiani.

Otro tanto ocurre con Moreno y su Representación de los hacendados; para Chiaramonte (1964: 40), «la amistad de Moreno con Belgrano y su admiración por Victorian de Villava, pueden haberlo acercado a las páginas de Genovesi. La lectura de su obra se vislumbra en varios lugares del escrito».

Ya en 1962, en sus Ensayos sobre la ‘ilustración’ argentina, texto también publicado en Paraná, se promovía un debate en torno a las principales figuras que forjaron la Revolución desde su pensamiento. Critica como excesiva la catalogación del canónigo santafesino Juan Baltazar Maziel como «maestro de la generación de Mayo» y, tomando los informes tanto del Cabildo Eclesiástico como del Secular, visualiza «límites» en sus posicionamientos, los cuales son argumentados desde José Ingenieros (Chiaramonte,1962: 22).

Entre las cuestiones que se marcan en el texto es que Maziel se basa en el derecho divino de los reyes, su regalismo, su crítica al pensamiento moderno contradictoriamente fundamentada con Descartes y, por sobre todo, su eclecticismo:


La aspiración a mezclar dosis de cada sistema para obtener un resultado superior es una vieja e infecunda práctica. Merced a ella, al destruirse la unidad interior de cada filosofía por el abandono de sus principios fundamentales, sólo resulta una heterogénea colección de doctrinas al nivel de la más vacua superficialidad. (Chiaramonte, 1962: 24)


El mismo mecanismo es utilizado para tratar otros pensadores: Lavardén, Félix de Azara, Jovellanos, Vieytes, etc., formarán parte del cuerpo teórico ilustrado y sus fuentes. Lo interesante del texto se resuelve en la relación de las ideas y las clases sociales, categoría utilizada como estratégica en aquel entonces, lo que nos recuerda, una vez más, que la renovación historiográfica en Argentina se realizó en una vinculación más estrecha y más duradera con el marxismo que por ejemplo en Francia, lo cual no implicó una aceptación acrítica de las mismas, tal como se puede leer en la página 100 del texto en donde se toman las categorías y luego, de alguna forma, se las matiza. Es este entrecruzamiento teórico el sustento óptico para un tratamiento temático de vasta amplitud; el patriotismo, la fisiocracia, la independencia, el racionalismo científico, si bien son avizorados desde la división estructura/superestructura, propone discusiones de tipo historiográficas en polémicas que van desde Guillermo Furlong hasta José María Rosa, pasando por Ricardo Levene.


Algunas precisiones sobre el impacto real del golpe de Estado a partir de 1966

La autodenominada «Revolución Argentina» y en particular el período del onganiato constituyeron una dictadura represiva, autoritaria y conservadora, que no debe diluirse como tal bajo denominaciones como la de «Estado Burocrático Autoritario», concepto que hoy merecería ser repensado por más útil que pudiera haber sido al ser acuñado en la década del setenta, sin quitarle al mismo mérito alguno. La continuidad de la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional a través de la implementación del CONASE, el crecimiento de la injerencia del Opus Dei, la desestructuración de los equipos de investigación de las universidades argentinas, la supresión de la autonomía de las universidades estatales que provocará la renuncia del rector de la Universidad Nacional del Litoral y del delegado organizador de la Facultad de Ciencias de la Educación, la denominada fuga de cerebros, la clausura de experiencias novedosas y de avanzada en algunas escuelas, etc., son manifestaciones claras en ese sentido. Igualmente conviene recordar que este golpe contó con el apoyo de numerosos intelectuales y políticos de variada orientación ideológica, que desacreditaron hasta el paroxismo al gobierno de Illia, algunos de los cuales se arrepentirán de haberlo hecho a partir de la represión de la noche de los bastones largos.

En la Historia… de nuestra Facultad publicada en 2010 se narran algunas de las consecuencias que trajo aparejado el cambio de gobierno. En el capítulo vi de la misma, María del Pilar López, Fernando Baffico y Mónica Ugalde dicen que:


En el caso de nuestra Facultad, la reacción frente a esta nueva coyuntura no fue uniforme entre los miembros del cuerpo profesoral. Algunas renuncias, adaptaciones pasivas y resistencia desde adentro caracterizaron al espectro de comportamientos de este claustro. (López y equipo, 2010: 230)


Todo un criterio tecnocrático, economicista, centralizador, acompaña un discurso que se propone apolítico, o más bien despolitizante, mecanismo por el cual se tiende a imponer el disciplinamiento, la organización académica y la modernización tecnocrática, para formar al «especialista» en Ciencias de la Educación, síntesis que clarifica la lógica académica del período, por lo que seguramente el capítulo mencionado se titula «Disciplinamiento, Organización Académica y Modernización Tecnocrática. La formación del especialista en Ciencias de la Educación: 1966-1973».

Sin embargo, investigando minuciosamente los programas de materias afines a la Historia surgen elementos que son necesarios de sopesar con el contexto represivo y anticomunista que se vivía. Para tener una visión más precisa del impacto real de los cambios producidos por la dictadura en la Facultad, es necesario ahondar un camino analítico y metodológico diacrónico de las materias, es decir, de los contenidos (y por qué no de las formas) explicitados en los programas antes, durante y después de 1966.

A partir del golpe, Sociología Argentina continúa de la misma manera. Al igual que al año siguiente, se adopta el criterio, por primera vez, de dividir por unidades la bibliografía, aunque no se precisan capítulos específicos de un mismo libro en unidades diferentes. A su vez, es en este año de 1967 donde aparece la constitución de un equipo de cátedra con Chiaramontexiv como titular y Perla D. de Mutinelli y Sara A. Palma como jefas de trabajos prácticos. En 1968 se realiza una nueva modificación del Plan de la carrera que, en honor a la verdad, se hace imposible saber el grado de su aplicación debido a las contradicciones en las fuentes. El Plan fue redactado por Gustavo Cirigliano y Guillermo Esteban, pero no fue aprobado en el Consejo Superior, por lo que se termina implementando otro con confusas modificaciones en los nombres de las materiasxv.

Lo cierto es que al año siguiente, es decir 1969, la materia pasa a llamarse Sociología Argentina y Regional, en la que Chiaramonte figura como «director de cátedra», además de pertenecer al Departamento de Administración, Sociología e Historia de la Educación, lo que implica la desaparición en los programas del Centro de Documentación Pedagógica que se había dado hasta poco tiempo atrás.

Para 1970, una profesora destinada a quedar en la historia de la facultad, Nélida Landreanixvi, es la auxiliar docente de la cátedra. Ese mismo año Chiaramonte tendrá también a su cargo la cátedra Historia Americana I y, en 1971 (último registro con el que contamos), será profesor titular de Historia del pensamiento humano, junto a la profesora adjunta Alicia Nigro, quien lo sucederá en la cátedra por lo menos hasta 1973, dando continuidad temática y bibliográfica a la misma. Revolución francesa, Ilustración, positivismo, socialismo y reacciones antipositivistas, se desarrollan a través de los textos de José Babini, Hobsbawm, Soboul, Marta Harnecker, Romero, Chiaramonte, etc.xvii. En plena dictadura, los contenidos de los programas se mantienen. Se sigue hablando de clases sociales, dependencia económica, régimen de tenencia de la tierra, etc., es decir que las categorías analíticas –muchas de ellas en clara sintonía con la óptica marxista– no solo conforman los contenidos sino que son reforzadas por textos y autores que las utilizan, algunos más en un sentido disciplinario académico, otros más en sus vinculaciones ideológico políticas.

Continúan plasmándose los aires de renovación académica, manifiesta entre otras cosas en la vinculación promovida por J. L. Romero con Gino Germani relacionando Historia y Sociología que había dado lugar a la creación, 10 años antes, de la carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (conjuntamente con las de Ciencias de la Educación y Psicología) y a la cátedra Historia Social General.

A Estructura Social Argentina de Germani y Argentina, Imágenes y Perspectivas de Romero, se le suman, por ejemplo, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui; La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la emancipación americana de Boleslao Lewin; La cultura de la América Hispánica de Pedro Henríquez Ureña; Economía y dependencia, 1960-1968 de Ismael Viñas y Eugenio Gastiazoro; Los que mandan de José Luis de Imaz publicada por la perseguida editorial EUDEBA; El movimiento obrero en los orígenes del peronismo de Juan Carlos Portantiero y Miguel Murmis publicado por el también perseguido Instituto Di Tella; El medio pelo en la sociedad argentina de Arturo Jauretche; Partidos y Poder en la Argentina Moderna de Alberto Ciria; Las revoluciones burguesas de Eric Hobsbawm.

Veamos ahora otros programas de materias relacionadas al campo de las Ciencias Sociales/la Historia/las Humanidades. En la cátedra Antropología Filosófica de 1968, el profesor Carlos José Tealdi plantea en la introducción del programa una dicotomía entre diferentes tipos de antropologías: por un lado una «filosófica» y, frente a ella, otra calificada de «científica», de cuyo enfrentamiento devienen los problemas fundamentales de la disciplina en una interrelación que se valida entre la Antropología como ciencia y la autoformación humana. Son estas las relaciones establecidas para suscitar el creciente interés contemporáneo por aquello que se autodenomina «el problema antropológico».

Inmediatamente el programa comienza, a partir de la unidad Nº 2, con la propuesta de desarrollo de cuatro concepciones diferenciadas. La primera de ellas, la «antropología marxista», establece una separación —muy en boga en la época— entre materialismo histórico y materialismo dialéctico. Los subtemas aquí enunciados, como «el hombre “ser natural”», el trabajo como hecho histórico fundamental, la distinción entre base y superestructura, etc., remiten indudablemente al famoso libro de Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado que, sin embargo, no figura en la bibliografía.

Resulta llamativa esta ausencia ya que se toman temáticas principales del texto y se busca argumentar desde otros autores. Quizás en aquel contexto, dentro del campo materialista, dicha omisión manifiesta ya en los ‘60 la polémica suscitada a raíz del recorrido histórico, conjetural, influido por la antropología europea del siglo xix (y particularmente por el científico norteamericano L. H. Morgan) donde en el desarrollo de las sociedades y en el proceso de diferenciación de clases, Engels centra, al igual que los positivistas, en la propiedad privada el devenir superestructural, mientras que en Marx la trilogía temporal es diferente: división social del trabajo, clases sociales, Estado. Polémicas de época, ya perimidas en el siglo xxi, pero que marcan en pleno onganiato un tipo de registro que a todas luces el gobierno combatía públicamente. Más aún, esto se plasma en el programa de una materia dictada por un profesor vinculado a la iglesia católica cuya estrecha vinculación con el clima político se concreta al reemplazar a Caropresi como delegado interventor a partir del golpe, asumiendo poco tiempo después como decano hasta 1971.

En concreto, luego de la introducción, Tealdi muestra cuatro concepciones antropológicas: la marxista, donde discute conceptos como base, superestructura, alienación, etc.; la pragmática, en vinculación kantiana con una filosofía de la experiencia, la naturaleza y el cambio; la existencial, en clara relación a Sartre pero también a Merleau-Ponty, discutiendo al hombre «ser-en-el-mundo» y la libertad creadora; y por último una antropología cristiana, donde se plantea una temática hacia lo suprahumano, abordando contenidos como el conjetural omega (lo que puede ser visto como contradictorio al catolicismo del profesor de la cátedra) y el planteo frente al tomismo de un pensador religioso particular como fue Pierre Teilhard de Chardin. Cada una de estas antropologías están sustentadas en el programa por una bibliografía en donde se encuentra Marx, Erich Fromm, Sartre y Philipp Lersch.

Otro caso lo constituye, entre 1968 y 1970, la materia Historia del Pensamiento II. La profesora Rosa Andrilli, quien se vinculará a la Universidad Católica Argentina y, en 1969, el profesor Raúl Echauri, suscriben un programa de cátedra que se podría interpretar como perteneciente a la formación tomista. Pero los temas que se desarrollan hacen hincapié en una historia del pensamiento desde el Renacimiento en adelante, tomando como autor base a Blaise Pascal, intentando dar cuenta de las diversas corrientes filosóficas, y a la par del pensamiento religioso. A su vez se intenta dar cuenta del pensamiento científico a través de «la Física y la concepción mecanicista».

Petrarca, la escolástica, Erasmo, Moro, Lutero y Calvino para el Renacimiento y el humanismo medieval; Kant y Goethe para el siglo de la Ilustración, la razón, el condicionamiento histórico y «la afirmación del YO trascendental como condición de todo conocer y obrar»; hasta Hegel y el positivismo. El tema v titulado «Nuestro tiempo» propone «un panorama de la filosofía actual: Bergson, Husserl, Heidegger, Gabriel Marcel, Sartre y el neotomismo».

Para redondear este punto, tomaremos un caso (que no es el único por cierto) en donde los contenidos varían a partir del ‘66. El seminario Realidad social, económica y política de la Argentina, dictado por los profesores Leandro Gutiérrez y Juan Carlos Torre en 1965, propone un recorrido histórico de la vida nacional que no esconde el debate sociopolítico vinculado a las clases sociales. Ambos historiadores llegarán a su madurez intelectual a partir de la década del ‘80, tratando con particular atención temáticas sociales, sectores populares y movimiento obrero. Gutiérrez escribirá al respecto con Luis Alberto Romero y Torre se especializará en sindicalismo y peronismoxviii.

Ejemplos del criterio mencionado se encuentran en la Unidad 2 donde se explicita la lucha por la participación política, el papel de las capas medias en el proceso de cambio y el tema del radicalismo en el poder. A su vez, la unidad 3 trata del peronismo, un tema sensible y problemático debido a la proscripción vigente, por lo que los docentes presentan el tema a través de un formato que incluye la industrialización y la incorporación de los sectores populares en la escena política, el papel del movimiento obrero en el proceso de cambio y el tema del crecimiento hacia adentro.

También esta orientación, basada en un enfoque pluralista teniendo en cuenta el momento de inestabilidad política, se plasma en la bibliografía del programa. A los historiadores y sociólogos propios de la renovación, se les suman otros más afines a la temática nacional con textos como Pueblo y gobierno, de R. Puiggrós; Historia de los ferrocarriles argentinos, de Scalabrini Ortiz; y La crisis económica y la inmigración, del propio Gutiérrez.

Con posterioridad al cambio de gobierno, la asignatura cambia de nombre y de objetivos; ya no se trata ahora de una Realidad social, económica y política de la Argentina, sino de un Estudio de la Realidad Argentina y Regional, con la visible supresión de lo económico, lo social y lo político. Su orientación se vincula así a una óptica más centrada en lo metodológico y en el análisis de lo regional, motivo por el cual se le asigna el dictado al licenciado Felipe Cervera. Este profesor, conocedor de la realidad regional santafesina, propone un análisis estructural a través de un corte vertical en la realidad contemporánea del país, teniendo como objetivo dar a los alumnos una visión temáticamente integrada de la realidad coetánea argentina, al tiempo, también, enseñar un método de análisis aplicable a cualquier realidad que se desee estudiar, tal cual rezan sus programas hasta 1973. También, hasta ese año, Cervera no retoma varios de los contenidos desarrollados anteriormente por Gutiérrez y Torre, en especial los referidos al período peronista.

La bibliografía de su programa tampoco retoma a los autores que habían incorporado sus pares predecesores. A los clásicos del período desarrollista (Furtado, Cardozo, Faletto) se le sumarán Argentina en el tiempo y en el mundo, de Mariano Grondona; Intereses argentinos en la cuenca del Plata, de Isaac Rojas; Los factores geográficos en la política sudamericana, de Carlos Badia Malagrida; desde el punto ideológico y político los cambios introducidos son contundentes. Liberales y golpistas los dos primeros, conservador y monárquico el último, dan el tinte de un nuevo color más en sintonía con la «Revolución Argentina». Sin embargo, hacia 1973 (último material con el que contamos al respecto) Cervera pareciera volver a acomodarse al nuevo contexto político y, en el programa de ese año, pueden verse contenidos como «Conflictos de clases y grupos por la distribución del ingreso nacional», «Conflicto por la creciente dependencia externa y por la creciente dependencia interna», «Conflictos geopolíticos por el futuro aprovechamiento de grandes recursos naturales». Justamente sobre este último punto trataba el libro de Isaac Rojas que, en aquel año, es quitado de la bibliografía de manera evidente, como decíamos, en relación al retorno del peronismo al gobierno y el clima de movilización que seguramente hubiera cuestionado esa presencia bibliográfica; de otra manera sería muy difícil interpretar esto, ya que ese autor estuvo siempre presente en los programas de Cervera.

A modo de cierre de este subtítulo, habiendo analizado continuidades y cambios a partir de 1966, vemos que los años de la Revolución Argentina no serían iguales a los del Proceso de Reorganización Nacional diez años después; ni siquiera con el tiempo del Lopezrreguizmo, cuando fueron expulsados de la Facultad destacados estudiantes y docentes de la mismaxix como Martha Benedetto, Silvia Duluc, Zunilda Ulla de Costa, Susana Celman, Solidario Romero, entre otros.

Los años del delegado interventor y posterior decano Carlos Tealdi no fueron iguales a los años del delegado organizador con funciones de decano Carlos Uzín en tiempos de la última dictadura cívico militar. Sabido es que la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional en tiempos de la dictadura de Videla y sus sucesores fue mucho mayor que en la de Onganía. Esto se manifestó en la Facultad en una persecución a docentes y estudiantes, en la clausura real de los espacios para la discusión, la desaparición forzada de personas y en una prohibición de libros sin precedentes.


Repensando algunos debates del período trabajado

Como suele ocurrir, los testimonios recogidos por algunos de los protagonistas del período (hoy docentes jubilados en su mayoría) difieren en sus apreciaciones. Sí, podemos decir que a pesar del clima de inestabilidad política, los aires renovadores que venían desarrollándose desde un tiempo atrás lograron filtrarse por las grietas que supieron fisurar la homogeneización académica y disciplinaria que se quiso imponer, dando lugar a un microespacio más plural al que se debería prestar mayor atención en los estudios académicos: el aula.

Algunos puntos posibles, sino de sintetizar al menos de poder acordar, podrían tomar un ordenamiento mayor a medida que el tiempo fue pasando y la mirada se puede repensar. Los intentos renovadores se fueron plasmando en el marco de una receptividad tardía, que conjugaba tiempos diversos entre el nuevo campo historiográfico en construcción y los debates al interior del campo más específico de la pedagogía y la educaciónxx.

Aquellas discusiones que buscaban, por una parte, una supuesta singularidad del quehacer historiográfico y, por la otra, la observación de la consiguiente dificultad para lograr generalizaciones en su ámbito, eran motivo todavía de iluminadores análisis en el marco de polémicas renovadas. Se pone en tela de juicio el criterio de que las generalizaciones fuesen propias de otros ámbitos, como la sociología, que debían diferenciarse del interés por sucesos específicos y sus explicaciones, que caracterizan a la historia.

No podemos dejar de notar la influencia temática de un libro clave que no se había publicado todavía (salvo algunas partes de manera parcial), nos referimos al texto que conocemos hoy como La vida histórica de José Luis Romeroxxi. Sin dudas Chiaramonte propone debatir cuestiones claves que se condicen con aquel, entre ellas la necesidad de repensar la propia disciplina logrando desarrollar nuevos conceptos que permitan un tratamiento más científico del pasado y del presente.

Es la época donde comienzan a implementarse las secuencias históricas, síntesis de las acciones y los acontecimientos de los individuos con los hechos económicos, políticos y sociales que van más allá de los individuos mismos. Conocer las intenciones de los individuos es por supuesto importante para valorar o considerar sus acciones pero, a lo largo de una secuencia histórica, puede verse cómo esas intenciones se expresan a través de las acciones y éstas generan acontecimientos que adquieren independencia con respecto a los sujetos individuales y que éstos difícilmente pueden modificar aisladamente.

Lo que comienza a darse en los sesenta es un debate que hoy podría plantearse tranquilamente dentro de una epistemología de la Historia, en sintonía con algunos ejemplos de aquel período provenientes de la Escuela de Annales, como las denominadas Historia Serial, Historia Cuantitativa y los registros más vinculados a la relación individuo/sociedad, sujeto/objeto; y todo esto en el marco de un estructuralismo global del pensamiento. Tres décadas más tarde, Chiaramonte madura la idea de transformar las categorías marxistas en hipótesis (Chiaramonte, 1995: 97) a la par de manifestar su inconsistencia para el tratamiento de casos específicos como el de Latinoamérica (Chiaramonte, 1995: 104)xxii.

Podemos decir que el cambio a gran escala es aquel que se produce de un modo amplio y radical. Es decir, tiene que ser un cambio que afecte a un gran número de individuos o a una institución. Al mismo tiempo, el cambio tiene que producirse de tal forma que el estado de cosas final sea distinto al estado de cosas inicial. Se da un impacto a través de un conjunto de acontecimientos que producen un circuito discursivo que puede ser entendido teóricamente a partir de un cambio de escala de observación, lo que dispara estudios de una historia local, regional, etc., en un contexto determinado; tal cual lo va a efectivizar Chiaramonte con sus estudios regionales —como el caso de Corrientes— y la mentalidad confederal.

De este modo, los diferentes enfoques de la historia parecen representar, al menos algunas veces, desacuerdos sustanciales sobre los modos en los que realmente se conectan entre sí los acontecimientos, desacuerdos que son de la mayor importancia y que no pueden ser resueltos considerándolos simplemente como las expresiones de perspectivas diferentes e igualmente legítimas. Los contenidos propuestos no siempre son recepcionados, en lo cotidiano, de manera unívoca entre pares, estudiantes, docentes del lugar y de otras universidades que ejercen aquí.

La historia, cuya especificidad puede también reconocerse, no tiene porqué desvincularse del universo de las ciencias generalizadoras ya que, al margen de las propias generalizaciones de las que puede disponer, la presencia de las mismas en las explicaciones históricas puede indicar una adecuada capacidad explicativa. Pero justamente es dicha capacidad la que no logra del todo plasmarse, casi seguramente por falta de tiempo. ¿De qué tiempo? Un tiempo político de estabilidad institucional que hubiera permitido su mejor desarrollo. Cuando hablamos de receptividad tardía y de niveles heterogéneos de recepción, nos referimos también a una imposibilidad del desarrollo fructífero de los debates enunciados, sin lugar a dudas de manera renovadora, pero siempre cercenados por la permanente interrupción del orden democrático. Será con el devenir de un tiempo nuevo, a partir de 1983 hasta el presente, en donde se puedan plasmar, y obviamente modificar, algunos de los fundamentos que echaron raíces en los ‘60 y los ‘70 y que sirvieron de basamento para el mejoramiento de los contenidos académicos y también de nuestra facultad.



Notas

iResolución N° 458/65, FCE, UNL.

iiResolución N° 395/64-1, FCE, UNL.

iiiResolución N° 388/64-1, FCE, UNL.

ivPara encuadrar el perfil académico de Ramón Caropresi y del ejercicio democrático de su gestión puede consultarse: OSSANA, E. y otros (2012). La modernización institucional y la impronta del funcionalismo: la gestión de Ramón Caropresi. En: Revista Ciencia, Docencia y Tecnología, año XXI, n° 44, pp. 95-99.

vVéase por ejemplo las Resoluciones N° 401, 406 y 413 de 1964.

viResolución N° 408/64.

viiResoluciones N° 427/64 y 444/64-1.

viiiComo dato de color vemos que en las bibliografías de la mayoría de los programas de cátedra no se ponía el año de publicación de los textos.

ixLa cita corresponde a: KORN, Alejandro (1949). Influencias filosóficas en la evolución nacional. En Obras Completas, Buenos Aires, Claridad, p. 43. [Esta aclaración es nuestra]

xHubiese sido interesante una mayor precisión sobre este tema ya que no se establece a qué caracteres se refiere ni tampoco es fácil dilucidar autores con una posición historiográfica indigenista en la Argentina de principios de los sesenta.

xiDe lo manifestado por las personas entrevistadas por el equipo de investigación, en el cual se enmarca este artículo, que pertenecían a la Facultad en aquella época, se puede concluir que aquella experiencia se autopercibía como un momento de renovación de contenidos y de prácticas. En general las discusiones teóricas se daban en un registro en donde los elementos políticos e ideológicos se hacían presente, pero igualmente cabe destacar que no había una vinculación mayoritaria con los partidos políticos. Solo hubo casos aislados de afiliación al Partido Comunista y a la Juventud Peronista. La vinculación más directa con las organizaciones políticas tendrá lugar en los prolegómenos de la asunción al Decanato de Susana Froy de Boeykens en 1973.

xiiSí, lo hará con matices dos décadas más tarde.

xiiiFernando Devoto y Alejandro Cattaruzza, entre otros.

xivChiaramonte hace paro en la época de Onganía pero no renuncia.

xvPara este tema véase: LÓPEZ, María del Pilar (2008). Modernización y Tecnocracia: la formación del especialista en educación como modalidad de intervención: el caso de la Facultad de Ciencias de la Educación de Paraná; 1966-1973. Ponencia publicada en el CD de las XV Jornadas Argentinas de Historia de la Educación «Tiempo, Destiempo y Contratiempo en la Historia de la Educación», Sociedad Argentina de Historia de la Educación y la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta.

xviEn su homenaje la biblioteca de la Facultad hoy lleva su nombre y en la provincia las escuelas de jornada extendida su sobrenombre «Nina».

xviiEn los programas de Historia del Pensamiento Humano ya en ausencia de Chiaramonte, es decir 1971-1973, llama poderosamente la atención en la bibliografía de los mismos, los apellidos mal escritos de los autores.

xviiiComo referencia mencionamos: GUTIÉRREZ, Leandro. y Luis Alberto ROMERO. (1989): Sociedades barriales, bibliotecas populares y cultura de los sectores populares, 1920-1945. Buenos Aires Revista Desarrollo Económico, Volumen 29, N° 113.

TORRE, Juan Carlos (1983): Los sindicatos en el gobierno, 1973-1976. Buenos Aires, CEAL.

Y del mismo autor, (Compilador) (1988). La formación del sindicalismo peronista. Buenos Aires, Legasa. Y (1989): Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo. En: Desarrollo Económico N° 112.

xixAlgunos de los cuales han prestado su valioso testimonio para este escrito, lo cual valoramos y agradecemos.

xxEran tiempos de discusiones, por ejemplo, en torno a la crítica de la formación aristotélico/tomista recibida de antaño y que será confrontada tanto por la teología como por la pedagogía de la liberación. O también el cuestionamiento a la figura del «experto» que se verá insuficiente frente a la del intelectual. Todo esto se enmarca también en el polémico rol que la Universidad debe desarrollar en la sociedad.

xxiEl autor propone aquí a los historiadores reflexionar sobre su propia disciplina, intentando la búsqueda de conceptos analíticos válidos para el estudio de la realidad social. Así como las Ciencias Naturales se fundan en el estudio del concepto de «naturaleza», Romero propone el concepto de «vida histórica» para las que denomina Ciencias Antroposocioculturales. ROMERO, José Luis (1988): La vida histórica. Buenos Aires, Sudamericana, Capítulo I: «El concepto de vida histórica», pp. 15-20.

xxiiResulta interesante la siguiente afirmación al final del texto: «Desde las críticas al método de la inducción a partir de las llamadas corrientes antipositivistas en adelante se han formulado diversas alternativas metodológicas. Pero la mayor parte de los historiadores siguen reproduciendo en su trabajo la estructura lógica del método experimental. Por ejemplo, por qué el famoso recurso al archivo? Porque se sigue bajo el esquema de los métodos de inducción de Mill» (Chiaramonte, 1995: 114).



Bibliografía

CHIARAMONTE, José Carlos (1995). «El oficio del investigador en la historia: una experiencia personal». En: Schuster, Federico; Norma Giarraca; Susana Aparicio; José Carlos Chiaramonte y Beatriz Sarlo. El oficio del investigador, Rosario, Homo Sapiens Ediciones, Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras- UBA.

––––––(1972). «La etapa ilustrada, 1750-1806». En: HALPERIN DONGHI, Tulio (Director). Historia Argentina. De la conquista a la independencia, Buenos Aires, Paidós.

––––––(1964). Problemas del europeísmo en Argentina, Paraná, FCE, UNL.

––––––(1962). Ensayos sobre la ‘ilustración’ Argentina, Paraná, FCE, UNL.

DEVOTO, Fernando y Nora Pagano (2009). Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana.

FCE, UNL: Libro de Actas del Consejo Directivo (1963-1976)

LÓPEZ, María del Pilar y equipo (2010). Historia de la Facultad de Ciencias de la Educación. 1920-1973. Paraná, FCE, UNER.

NEIGBUR, Federico y Mariano Plotkin (compiladores) (2004). Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina. Buenos Aires, Paidós.

Testimonios orales de estudiantes y docentes del período trabajado y Programas de las Materias y Seminarios mencionados en el texto.

Entrevistas realizadas (2010):

ALMARÁ, Juan Luis (Docente)

APRILE, Silvia (Estudiante)

BADANO, Rosario (Estudiante)

BALLESTEROS, Juan Carlos Pablo (Docente)

BERGER, Susana (Estudiante)

GALARRAGA, Gloria (Estudiante)

RONCHI, Roberto (Docente)

TARULLI, Gloria (Estudiante)




Mariano Hadad | Argentino

Doctor en Ciencias Sociales, profesor asociado ordinario de Historia de las Ideas (económicas, políticas, sociales), Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos. Co-Director del Proyecto de Investigación (PID) «Política, Intelectuales y Educación: La Facultad de Ciencias de la Educación de Paraná en las décadas de los `80 y `90», FCEdu, UNER. Docente interino de las cátedras: Historia Argentina iii e Historia Social y Política, Universidad Autónoma de Entre Ríos.

E-mail: mhescribe@gmail.com


Fecha de recepción: 12/11/2018

Fecha de aceptación: 08/04/2019